AUTOBIOGRAFÍA NO AUTORIZADA 2da entrega VIVÍ

Opiniones 07 de agosto de 2020 Por Gustavo Coletti
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Tengo un buen humor extraordinario, quizás por eso llegaré mañana a cumplir 72 años. Me parece como un juego porque me siento de 50.
Si de algo estoy seguro es que viví. Viví intensamente varias vidas. Cada una de ellas tuvo escenarios, protagonistas y situaciones distintas, y quizás lo único omnipresente fue la familia.
La vida me regaló tantas cosas, y sobre todo vivencias. Por suerte viví las alturas y las profundidades, porque son esos saltos los que te ayudan a crecer mejor. Mi cuerpo fue como un tren en un largo viaje donde mis ojos fueron las ventanillas, y siempre elegí los andenes donde debía bajarme y donde no. Tuve mucho y tuve poco, fui amado muchas veces, conocí el exilio y la cárcel, la muerte me rondó siempre y me llevó, padres, hermano, hija, y tantos seres queridos. Conocí los paraísos de la tierra y los artificiales, el sexo del amor y el orgiástico, he leído a los autores prohibidos, transgredí siempre, provoqué, escribí, hice música, teatro, cine, poesía, conocí a seres maravillosos y, en la cima de la colina tuve a mis hijos que tuvieron a mis nietos, y amé, más que a todas las mujeres que me amaron, a Claudia. Claudia imprescindible, única. Mis hijos, mis nietos, Claudia. El extracto, la síntesis del amor.
Estuvieron los amigos junto a los pequeños logros. Un coeficiente intelectual exageradamente mente alto que alguna vez por error me adjudicaron, una cultura modesta pero que me alcanza para debatir sin miedo con cualquiera, y la tranquilidad de que me siento lo suficientemente adelante como para que no puedan entenderme.
No puedo ser modesto porque me creo dios. Es decir, creo que todos lo somos. Mi ateísmo termina en presencia del hombre, ante cuya inteligencia me arrodillo. No me arrodillo ante la superstición que desprecio.
Solo el arte y el intelecto salvan al espíritu humano de la barbarie que hemos desarrollado en estos primeros escalones recorridos de nuestro proceso evolutivo. Todavía no entramos en la edad de la razón.
Estoy comenzando a entender la soledad de David Salinger. Quizás consiga aislarme ahora para poder escribir los momentos estelares de mi memoria. Recluido, escondido, renunciando a lo banal y a lo mediocre.
No escucho más rock ni ritmos. No veo televisión. Solo leo noticias en internet. Le temo al frío por eso me siento cerca de la estufa. Espero las llamadas de mis compañeros de lucha. No como carne, no bebo gaseosas, no fumo. Las únicas medicinas de las que abuso son las pastillas para la presión y el viagra. De alcohol solo un copa de vino. A veces salgo a caminar entre los árboles. Y a pensar, pensar, pensar. Ojalá hubiera dedicado toda mi vida a pensar. Estaría más adelante ahora.
Son tres los vinilos que me esperan, el Cuarteto de cuerdas de Budapest interpretando los seis quintetos para cinco cuerdas y una viola, de Mozart. Por la tarde quizás escuche a Chet Baker y por la noche vuelva a ver a Antonioni o a Fellini.