
«Pintaba para que la prisión no nos devorara»: Entrevista con la periodista iraní Vida Rabbani
ENTREVISTAS Omid MemarianDentro de las paredes de la prisión de Evin en Teherán —espacio que es sinónimo de represión y dolor—, Vida Rabbani creó un lenguaje de resistencia a través de la pintura. Con sábanas como lienzos, pinceles de contrabando y colores introducidos de tubo en tubo, documentó las texturas íntimas de la vida carcelaria dentro del centro penitenciario de mujeres con peor reputación de Irán. Sus obras, valientes y amables, transformaron el confinamiento en una forma de creación. Desde retratos de sus compañeras prisioneras políticas hasta complicadas representaciones de escaleras institucionales, las pinturas de Rabbani dieron una voz visual a las vidas ocultas de mujeres que recorren entre aislamiento y solidaridad tras las rejas. Sus imágenes, además de ser actos de autoexpresión, se convirtieron en actos de preservación colectiva.
Rabbani, periodista y exreportera en Shargh Daily y Seda Weekly, jamás se había considerado como una artista profesional. Pero luego de su arresto en 2022 en las protestas contra el Gobierno de Irán y la posterior sentencia de más de 11 años combinados por dos casos, comenzó a pintar en serio. Estuvo 32 meses en prisión antes de que su sentencia quedara suspendida, y quedó en libertad de la prisión de Evin. Tal vez las autoridades iraníes trataron de ahogar sus palabras, pero con pinceladas e imágenes, documentó lo que no podía publicar: los contornos del cautiverio y los silenciosos, desafiantes rituales de la sobrevivencia diaria.
“En prisión, las limitaciones aumentan la imaginación”, comentó. “Cuando el espacio y los materiales escasean, tu mente trabaja para encontrar libertad”. El arte de Rabbani evolucionó en secreto, a veces solo iluminado por una lámpara de escritorio tarde en la noche, y muchas veces con el riesgo de ser confiscado. De manera discreta y con la ayuda de compañeras de prisión, organizó los acrílicos y los pinceles, y extendió tela sobre marcos de madera rescatados del taller de carpintería de la prisión.
Mientras que sus primeros murales —como uno de los guepardos asiáticos en peligro, el pirouz— los pintó directamente en las paredes del patio, Rabbani siguió pronto en el interior, hacía bocetos de habitaciones, camas, y retratos que contenían presencia y memoria. Las pinturas, de escala modesta pero extensas en alcance emocional, crean una destacada historia de narración visual sometida a limitaciones.
En una entrevista con Global Voices, Vida Rabbani habló sobre la documentación visual de la cultura en prisión, los improvisados métodos detrás de su trabajo, la carga emocional y la sanación de crear arte bajo vigilancia, y cómo la pintura se convirtió en su forma más poderosa de evidencia.
Extractos de la entrevista a continuación.
Omid Memarian (OM): ¿Cuándo comenzaste a pintar, y cómo evolucionó junto a tu trabajo en el periodismo?
Vida Rabbani (VR): Los recuerdos comienzan de forma diferente para todos. No recuerdo cuántos años tenía con exactitud, pero desde que tengo memoria, me he sentido atraída por la pintura y las manualidades. Éramos una familia de clase media que vivía en una ciudad remota en el sur de Irán. Estaba obsesionada con las tiendas de papelería, todavía lo estoy. Recuerdo que de niña, solo tuve dos muñecas, pero estaba enamorada de los libros ilustrados, los artículos para colorear y la plastilina. Mi madre era cuidadosa con mis materiales, se aseguraba de que no los destrozara.
Alrededor de los cuatro años, comencé a pintar. Tengo un recuerdo vivo de la alegría que sentí cuando al fin recibí un juego de témperas de seis colores y una caja de marcadores. En la escuela, me consideraban una de las mejores pintoras, e incluso una vez obtuve el tercer lugar en una competencia nacional. Pero en vez de recibir ánimo, mi familia vio mi interés en el arte como una amenaza, en especial mi madre, que soñaba en que me convirtiera en doctora. Temía que la pintura fuera una distracción para mis estudios. En tercer grado, me inscribí en una clase de arte en secreto y continué por algunos años. Pero no volví al arte de manera seria hasta que estuve arrestada en Evin.
Vida Rabbani, ‘El vals prohibido: Un momento de luz’, 2024. Acrílico sobre tela de sábana, 50 x 70 cm (19.6 x 27.5 in). Foto cortesía de la artista.
OM: ¿Qué temas exploraste en tus pinturas en prisión, y que significaron para ti?
VR: Comenzó cuando ayudé a una compañera de prisión con un dibujo, y las demás respondieron con tanto afecto que empecé con mi propio pincel. El entusiasmo de los demás me alentó a solicitar materiales de pintura, que mi esposo llevó a la prisión.
Empecé pintando murales. Uno retrataba a Pirouz corriendo por la pared, que dediqué a compañeras de prisión y a las activistas ambientales Sepideh Kashani y Niloufar Bayani. Otro mural enseñaba el camino de un bosque detrás de ladrillos que caen, como un símbolo del escape. Las autoridades los cubrieron con pintura por considerarlos políticamente rebeldes, y prohibieron los suministros artísticos.
Cerca del Año Nuevo de 2024, estuve de 10 a 12 días pintando las paredes de la prisión para refrescar el espacio. Lo que comenzó como una forma de iluminar nuestro ambiente se convirtió en un acto diario de resistencia y renovación.
Vida Rabbani, ‘Colina de Evin’, 2024. Acrílico sobre tela de sábana, 50 x 70 cm (19.6 x 27.5 in). Foto cortesía de la artista.
Luego, otras compañeras me pidieron pintar sus camas, habitaciones o esquinas de la prisión para mostrar con sus familias. Esto me inspiró a documentar la prisión de mujeres de una manera que los de afuera pudieran ver. Mi primera pintura de interior fue de la vista de las colinas Evin que tenía desde la ventana de mi celda.
A pesar de que jamás había pintado retratos, quería mostrar lo que el encierro les hacía a las caras y los espíritus de las personas. Pinté a Golrokh Iraee, mi primer retrato. Más adelante, cuando Pakhshan Azizi recibió sentencia de muerte, mi amiga Hasti Amiri, que estaba cerca de ser liberada, me pidió que pintara a Pakhshan para dar a conocer su caso. La pinté en cama usando la luz de una lámpara la noche anterior a su liberación. Como la fotografía estaba prohibida, la pintura se convirtió en la única forma de archivar a las personas y los espacios en prisión de manera visual.
OM: Con las restricciones, ¿cómo conseguiste suministros de arte en prisión?
VR: Una de las reclusas ayudó a introducir de contrabando pinturas al óleo y pinceles durante las visitas familiares, los escondía en su ropa. Me llevó meses reunir suficiente material.
Al final, para Año Nuevo, Narges Mohammadi [ganadora del Premio Novel de la Paz 2023] convenció a las autoridades de permitirnos ingresar una carga mas grande de materiales. Aproveché esto para introducir en secreto pinturas acrílicas adecuadas entre las pinturas para interior.
OM: ¿Qué obstáculos tuviste mientras pintabas en prisión, y cómo los superaste?
VR: Hubo muchos. No tenía lienzos, así que reutilicé un marco de madera del taller de carpintería de la prisión y puse unas sábanas encima con clavos. Es por eso que todas mis pinturas son de 70 x 50 cm [19.6 x 27.5 pulgadas]. Las pinturas eran limitadas — el blanco, en especial, se acababa rápido — así que usaba los colores de forma reducida. Como resultado, las capas de pintura son muy finas.
Cuando mis pinceles se desgastaban, me sentaba todo el día afuera de la oficina del director hasta que accedía a entregarme una espátula y dos pinceles, con la condición de que no sacara ninguna pintura sin autorización.
OM: ¿Qué impacto tuvo la pintura en tu estado mental y emocional durante el encarcelamiento?
VR: A pesar de que jamás me sentí inútil en prisión, pintar me dio nueva energía y propósito. Me despertaba emocionada de continuar con mi trabajo. Observaba la prisión de manera constante para encontrar nuevos temas. Sabía que no tendría suficiente tiempo para pintar todo lo que quería antes de que me liberaran, por lo que hice muchos bocetos para luego continuar afuera. Hizo que el tiempo pasara más rápido y transformó mi experiencia en prisión en una oportunidad artística que no quería perder.
OM: ¿Cómo respondieron a tu trabajo las demás reclusas y el personal de la prisión?
VR: La reacción de las reclusas fue lo que más me alentó. Al comienzo había planeado dedicarme a leer y estudiar, pero su entusiasmo me llevó hacia el arte. En Año Nuevo, cuando pinté el rellano, se preocupaban de mí constantemente, me llevaban comida y café, y me hacían sentir como si estuviera haciendo algo importante.
Algunas noches, volvía cansada y encontraba comida que me esperaba en mi cama. Creo que jamás me había sentido tan apreciada y útil como en aquellos días. Una compañera me dijo que los murales habían traído el espíritu de Novruz a la prisión.
OM: ¿Aquella experiencia influenció tu técnica o estilo artístico?
VR: No era una artista formada con un estilo definido. Entendía varias técnicas de manera básica, pero no tenía educación formal. Nunca me gustó el fotorrealismo, algo muy detallado no me atrae. Prefiero pinceladas y texturas visibles. Evitaba mezclar los colores de forma muy meticulosa.
Aún así, cuando miro mis pinturas de prisión todas juntas, veo un claro crecimiento. Mi técnica mejoró drásticamente y gané mucha más confianza.
OM: Ahora que eres libre, ¿planeas exhibir o publicar tus pinturas de prisión?
VR: Sí, totalmente. Pintaba por dos razones: para hacer de la prisión un lugar más soportable, y para mostrar a los demás cómo era y se sentía estar adentro. Me encantaría poder exhibir estas obras. Nunca fueron solo para mí; siempre fueron para difundirse.
OM: ¿Tus pinturas contienen un mensaje específico?
VR: Intenté capturar la atmósfera de la prisión, a veces alegre, a veces triste. Quería reflejar el ritmo de la vida adentro. Las emociones se intensifican en prisión. Lamento, felicidad, soledad, solidaridad; todas son más intensas que afuera. Espero que esto se refleje en mis obras.
OM: ¿Has sido inspirada por algún otro artista prisionero?
VR: En corto permiso de salida de prisión, vi un artículo de BBC sobre un británico que comenzó a pintar durante su sentencia de 13 años por tráfico de heroína. Dijo que el arte cambió su vida, y tras su liberación, se convirtió en un pintor profesional e incluso ganó premios. Bromeaba con mis amigos de que mi sentencia era muy corta; si hubiera tenido 10 años más, tal vez me hubiera convertido en una artista galardonada también.
OM: Artistas como Richard Dadd crearon obras excepcionales en prisión. ¿Sientes que de alguna manera la reclusión estimuló tu creatividad?
VR: No creo que solo sea un dicho que la limitación alimenta la creatividad. Cuando tu espacio físico y herramientas están limitados, te ves obligado a depender más de tu imaginación para encontrar soluciones y adaptación. Ese esfuerzo mental pone la mente en acción. Tal vez los psicólogos lo expliquen mejor, pero para mí, eso es exactamente lo que pasó.
Este articulo es parte de The Bridge (El puente), presentacion con opiniones, comentario e investigacion desde la perspectiva singular de la Comunidad de Global Voices. ·


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Licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia, a Nazareth Castellanos le gusta que la consideren “biósofa”. Más de veinte años dedicados a la investigación y una década larga al estudio del impacto de la respiración sobre la dinámica del cerebro la convierten en un referente sobre el tema central de su libro El puente donde habitan las mariposas (Siruela). “La respiración tiene una influencia tremenda sobre la salud mental. Respirar bien es clave. A mejor respiración, mejor salud mental”, asegura a lo largo de un encuentro en el que insiste en que deberían enseñarnos a respirar en las escuelas.

Rosa Montero (Madrid, 1951) transmite pasión en cada palabra. En cada idea. En cada sentimiento. Con la intensidad propia de cada una de sus obras publica El peligro de estar cuerda (Seix Barral), un libro entre el ensayo y la ficción que abre con la confesión de que “siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”. A partir de esa declaración indaga sobre los vínculos entre la creatividad, la genialidad y la locura a través de un texto que, como señala a lo largo de esta conversación, “me ha permitido sentir que he escrito el libro de mi vida y confirmar que la normalidad no existe”.

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