EL HOMBRE NO TENDRÁ QUE TRABAJAR

General 10 de abril de 2020 Por Gustavo Coletti
Primer punto a considerar para elaborar una doctrina que sea lógica

Usted puede estudiar modelos sociales desde Platón, que incursionó en esa área prematuramente, a Marcusse. O modelos puramente económicos desde Adam Smith a Marx, y le servirá muchísimo para su conocimiento de la historia, pero no le servirán para entender la situación de la especie humana, porque el escenario ha cambiado radicalmente.

Es verdad que a muchos se nos pasa por alto, pero es casi un descuido imperdonable, ya que de todos lados nos advierten de algunas novedades que hacen ya casi inaplicables los dos modelos que nos han atormentado desde el siglo pasado con sus querellas.

Hemos heredado de nuestros mayores una sociedad donde para sobrevivir se necesita tener dinero o trabajo. Pero veamos. El dinero se ha centralizado tanto en los últimos 70 años, que hoy, casi menos del 1% son los dueños de prácticamente todo. Si seguimos esa curva estadística, en la segunda mitad del siglo 21, solo una fracción mínima del 1% serán los amos del planeta.

Pero muchos podrán decir, “me queda trabajar”, y además cumplir así con la maldición bíblica que nos exige “ganar el pan con el sudor de nuestra frente”. Bueno, no está mal después de todo, porque con lo que vamos a cobrar después de muertos, en el paraíso, compensamos.

El Instituto Global McKinsey determinó que en México, uno de los países que ofrece mano de obra muy económica, la mitad de los empleos están en peligro por la llamada Cuarta Revolución Industrial. Toda la tecnología, la ciencia, la robótica, la automatización y la inteligencia artificial, están trabajando muy eficientemente para reemplazar al hombre. Y lo están logrando.

En España, desde el 2002, viene decreciendo la cantidad de empleados.

Bill Gates pronosticó que para 2030 las industrias tendrán muchos más robots que seres humanos.

En febrero del año pasado, el presidente Macri, de Argentina, celebró que la planta Fiat había podido desarrollar un automóvil con 85% de mano de obra robotizada.

Uno de los principales sitios de venta online en el mundo es el chino Alibaba, quizás más importante que Ebay. Su CEO, Jack Ma, advierte que muy pronto no será necesario que el hombre trabaje más de 12 horas a la semana.

En Holanda, Dinamarca, Noruega, Irlanda, Alemania, Suiza, Bélgica, Suecia, Australia e Italia, ya se trabajan jornadas semanales de menos de 40 horas.

No es difícil imaginar un mundo, muy cercano, a partir del 2050, donde la mayor parte de la humanidad, quizás hasta un 60%, no sea necesaria para trabajar. ¿Qué vamos a hacer con un mundo donde 2 de cada 3 seres humanos no tendrán posibilidades de trabajar? ¿Quizás, 4 mil millones de personas, más o menos? Alguien puede salir a discutir estas cifras, o decir que es apresurado pensar en eso, o negarlas como al clima, pero es innegable que hacia ahí vamos. Si quieren será más adelante, pero para ahí vamos, y aunque pensemos en el Siglo 22, el tiempo vuela.

El hombre no tendrá que trabajar, y menos para otro hombre. Tal vez para un estado organizado que premie de manera extraordinaria a quienes realicen las pocas tareas que la humanidad necesite. El hombre así tendrá tiempo para crear, para evolucionar. Quizás exista alguna manera de permitir pequeñas fortunas a quienes ameriten un aporte extraordinario a la sociedad en las artes o en las ciencias. No lo se.

No debemos olvidar tampoco que los afortunados que consiguen empleo, en su mayoría, son remunerados tan mal que no pueden ahorrar lo suficiente como para enfrentar, por ejemplo, un período de desempleo o una pandemia como el coronavirus. Digamos que por lo general el sueldo equivale a supervivencia, no cubre contingencias. Cuando los gobiernos deciden decretar el salario mínimo, piensan en lo mínimo que pueden ofrecer sin arriesgarse a una revolución. Cuando los empresarios piensan en ganancias, rompen todos los techos y solo piensan en la rentabilidad máxima que pueden conseguir. En esa paradoja, inevitable por cierto, podría encontrarse el origen de la lucha de clases que parece irresuelto.

Los defensores del capitalismo no consideran las consecuencias de su aplicación en el planeta. Las tasas de miseria extrema y los porcentajes de muertos por inanición. 8500 niños mueren cada día de hambre en el mundo según Naciones Unidas, pero eso todavía no moviliza tanto como una pandemia.

No faltan algunos espíritus trasnochados que auguran alguna guerra o peste que extermine a la mitad de la población mundial. Pero es que aunque eso sucediera, aunque quedáramos unos pocos, siempre, bajo cualquier circunstancia, la mayor parte de la gente no va a tener necesidad de trabajar, y ese es el escenario para el que no están preparados los gurús de la derecha o la izquierda. Es probable que un sudor frío les recorra a muchos cuando tengan que aceptar que no van a poder enviar a “esos vagos a trabajar”.

Pero esta panacea donde las maquinas sembrarán y cosecharán, manejaran las líneas de montaje y se encargaran de la distribución, viene acompañada de una redistribución de la riqueza hoy tan concentrada. Ese es un segundo punto para tratar.

Rutger Bregman, en “Utopía para realistas”, plantea prácticamente lo inevitable de llegar a implementar una Renta Básica Universal. Pero él no inventó eso. Ya Thomas Paine la consideró. Me puse a buscar en internet para ver si alguien en la actualidad sostenía una teoría a primera vista utópica, que no tiene cobertura mediática, y que está prácticamente ignorada. Mi sorpresa fue enorme al encontrar muchos intelectuales que la promueven. Algunos, Daniel Raventós, Osmo Soininvaara, Jeremy Rifkin, Bruce Ackerman, Florent Marcellesi, Yanis Varoufakis, Philippe Van Parijs, Julen Bollain, Gabriel Stilman, Juan Carlos Monedero, Ramón Espinar Merino, Alejandro Bonet y Byung-Chul Han, entre otros. Trabajar no parece ser el futuro del hombre, aunque quiera dedicar su vida a eso..

Curiosamente, empresarios poderosos han dado su beneplácito a esta iniciativa que no es más que simplemente adelantar los pasos hacia donde vamos. Mark Zuckerberg, Bill Gates y Jeff Bezos, entre otros.

He buscado modelos socioeconómicos que consideren la inclusión total dentro del estado. Trabajadores y desempleados, sanos y enfermos, viejos y jóvenes, retirados o no aportantes, ricos y pobres. Mucho más si tenemos en cuenta que vamos a vivir bastante más de cien años, muy pronto. Todavía no los hay.

Te puede interesar