Foucault y los orígenes del término biopolítica

Opiniones17 de octubre de 2021 Por Vicente Serrano Marín
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Hasta donde me consta, el término biopolítica aparece en Foucault por primera vez en el año 1974, en una conferencia pronunciada en Río de Janeiro. Allí afirma: “con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una medicina privada, sino que ocurrió precisamente lo contrario, el capitalismo se desarrolló a finales del siglo xviii y comienzos del siglo xix, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza de trabajo. El control de la sociedad sobre los individuos no se operó simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerció en el cuerpo y, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante era lo biopolítico, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica” (1999b, 363-366). El contexto es bastante claro y presenta cierta continuidad con sus trabajos anteriores, pues guarda una relación directa con la consideración de la medicina como discurso. Por lo demás, el uso del término biopolítica no es tan sorprendente si establecemos su parentesco con el término bioética,[1] ya implantado en la década de los 70. Lo que le interesa a Foucault en este momento es señalar cómo hay toda una política que tiene que ver con los cuerpos y que esa política es precisamente propia del capitalismo, en cuyo seno la medicina, como un saber característico, pasa a ocupar una función de poder a la que denomina en ese momento biopolítica. Ha descubierto, además, que ese saber sobre los cuerpos se va a convertir en una herramienta esencial de gobierno, noción que en esta conferencia contrapone ya a la ideología, y que será central cuando la biopolítica se convierta en breve en una alternativa a las teorías del poder modernas.

En este primer momento la filiación inicial del concepto no ofrece demasiada dificultad respecto de su lugar en el conjunto de la obra de Foucault. Es un tipo de saber, un tipo de discurso, que como otros que ha estudiado, articula y expresa relaciones de poder. Tras una larga consideración acerca del tipo de ciencia estatal propia de los alemanes a comienzos del siglo xviii en el contexto general de lo que se llama ciencias del Estado, nos explica el nacimiento de la medicina social en tres tipos de saberes: la medicina estatal alemana del siglo xviii, la urbanización y los problemas que conlleva en la Francia del siglo xviii y, finalmente, la medicina de la fuerza del trabajo en Inglaterra. Su tesis principal respecto de lo que llama la medicina estatal alemana, algo forzada, es que, a diferencia de Francia e Inglaterra, las dimensiones relativamente pequeñas de los Estados alemanes no permitían un desarrollo económico comparable al de esos países. La tesis de Foucault es que cierta burguesía alemana no encontró el mismo acomodo en los negocios que sus homólogos franceses y británicos, y lo encontró en cambio asesorando a los príncipes de los distintos Estados, mediante una práctica médica dirigida a la salud pública como recurso, y que suplía la falta de desarrollo político y económico. De ello nacería lo que llama entonces una policía médica, la cual a su vez pondría las bases de una medicina de Estado, en ese sentido análoga a las políticas médicas de la Inglaterra del siglo xix y a las políticas urbanas francesas. Finalmente, Foucault ilustra estas primeras incursiones en lo biopolítico con un análisis de la Ley de Pobres francesa de 1840 y su regulación de la salud de los indigentes como cordón sanitario y a la vez como un sistema de seguridad pública. Es en ese contexto en que nacen en 1875 las oficinas de Salud encargadas del control de epidemias, del sistema de vacunas y del control de lugares insalubres, aspectos estos todos ellos que analizará con bastante detalle más tarde en el curso titulado Seguridad, territorio y población.

Pero más allá de la inmediata conexión de las relaciones de poder y lo discursivo y el tipo de problemas que he mencionado y que se aproxima mucho al tono de los trabajos que venía desarrollando hasta ese momento, hay un dato especialmente relevante en esta primera aparición del término: el hecho de que emerja ligado a la vez al estatismo alemán y a la actividad económica propia del liberalismo inglés, como un sustrato que, junto con los problemas propios de la ciudad francesa, prepara el campo común de lo que en el texto se llama la medicina social. Extraña mixtura que corre paralela a la paradoja de que el capitalismo no lleva precisamente a la privatización de la medicina, sino más bien a su estatización. Una paradoja muy relevante porque avanza ya hacia un aspecto que será central en su análisis biopolítico, a saber, el que señale un tipo de poder que se da en un contexto de liberalismo económico antiestatista, pero a la vez mediante intervenciones del Esta-do. En esa paradoja, reforzada por las propias afirmaciones sobre la medicina social inglesa, se contiene ya el germen del que nacerán los cursos de los años siguientes en el Collège de France, en los que de maneras distintas marxismo y liberalismo son sometidos a un análisis unificado. El hilo conductor de ese análisis es la emergencia de un nuevo modo de abordar las relaciones entre poder y economía y en su interior una nueva crítica de la economía política, en un particular regreso al problema económico, pero ya no desde las ideologías y sí más bien a partir de un tipo de saber que recae sobre el cuerpo. En efecto, ya aquí de manera casi inadvertida nos propone una sorprendente e inusual definición del capitalismo como instancia en la que el poder no opera ya a través de la ideología, sino más bien a través de los cuerpos. Una vez más su rechazo y su crítica de la noción de ideología, lejos de ser una aproximación reaccionaria como se quiso ver, se convierte en una nueva vuelta de tuerca materialista y crítica dirigida a profundizar en la esencia del capitalismo, dirigida a ofrecer una ontología del presente en la que la economía política se combina con lo que hasta ahora ha sido el objeto privilegiado de la filosofía de Foucault, la historia del saber y de los regímenes discursivos, pero que en estos años deriva y generaliza hacia eso que llama economía de los cuerpos.

No es casual entonces que la siguiente aparición del término se dé en el contexto de lo que podríamos llamar las condiciones de posibilidad de esa economía de los cuerpos, en una indagación de la sexualidad y del implante perverso. En efecto, es al final del volumen i de la Historia de la sexualidad, donde ofrece una de las más conocidas definiciones de la biopolítica: “El segundo, formado algo más tarde, hacia mediados del siglo xviii, fue centrado en el cuerpo-especie, en el cuerpo transido por la mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlos variar; todos esos problemas los toma a su cargo una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la población. Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida. El establecimiento, duran-te la edad clásica, de esa gran tecnología de doble faz –anatómica y biológica, individualizante y especificante, vuelta hacia las realizaciones del cuerpo y atenta a los procesos de la vida– caracteriza un poder cuya más alta función no es ya matar sino invadir la vida enteramente” (1977, 169).

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