Los datos del SIPRI sobre el aumento del gasto militar mundial
EL SIPRI ha difundido sus estimaciones de gasto militar correspondientes al ejercicio de 2022, destacando el aumento del mismo, para alcanzar más de 2,2 BILLONES (con B) de dólares, una cifra a todas luces desmesurada.
Los datos del SIPRI gozan de un enorme reconocimiento social y son un referente para comparar el gasto militar mundial, aunque debemos alertar de que, dadas las políticas poco transparentes de los estados en lo que se refiere a su propio gasto militar, podemos suponer que la realidad es mucho peor que la que indica el SIPRI en sus cálculos.
Por ejemplo, EE. UU. no carga sus gastos en armas nucleares al presupuesto de Defensa, sino al de Industria, mientras que existen considerables dudas y no pocas sospechas sobre las cifras de gasto de múltiples países. Por lo que respecta al gasto español, sabemos que solo se computa una parte, como aquí venimos denunciando.
Pronto se han apresurado los medios oficiales a destacar el gasto enorme de EEUU, de China y de Rusia, así como la subida en el ranquing mundial de otros países como la India o Arabia Saudí.
Sin embargo, ni se observa en estos medios «oficiales» ninguna crítica severa a la vuelta de tuerca militarista que sufrimos ni ninguna propuesta de reducción del gasto militar. Por no decir, ni siquiera dicen que la ONU cuenta con un panel propio desde el que ha propuesto la necesidad de reducir el gasto militar y trasvasarlo a fines civiles como condición de posibilidad para un desarrollo justo y equilibrado en el mundo.
Desde luego la lectura plana, que se conforma con decirnos que se gasta mucho en armas y que la tendencia es a mayores incrementos es una de las posibles lecturas, no cabe duda, pero es una lectura, como veremos, algo interesada y no tiene por qué ser la nuestra.
Para quienes apostamos por un mundo sin ejércitos y hacemos de la crítica del gasto militar un eje de lucha por la desmilitarización, resulta necesario no asumir los datos de cualquier forma, sobre todo cuando vienen interpretados desde instancias ajenas que, por buena voluntad que las supongamos, tienen sus propios intereses y realizan análisis de la realidad que no necesariamente son tan fiables como sus estimaciones cuantitativas.
Al respecto descorazona encontrar presentaciones de datos como la que hace unos días encontré en la infografía de la campaña GCOMS de la Oficina Internacional por la PAZ (ICP), en la que nos presentan el volumen total del gasto militar 2022, sobre la base de los datos SIPRI, enfatizando el gasto de USA (el primer país mundial), China (el segundo) y Rusia (el quinto) junto con el resto de los países, como se ve en la infografía que se acompaña.
Es en mi opinión se trata de una presentación sesgada y poco clarificadora del verdadero panorama del gasto militar mundial y, sobre todo, elude poner el acento en nuestra responsabilidad, pues no somos chinos, ni rusos, ni, por más que imitemos su estética y emulemos sus mitologías, yanquis, por lo que bien podemos pensar que el gasto militar es cosa de ellos, de los plastas de EEUU, los pérfidos rusos y los taimados chinos y, con razón, rechazar la paja en ojo ajeno y condenar sus malas artes sin preguntarnos por nuestro papel real en el nefasto aumento del gasto militar.
Si, por ejemplo, con el mismo uso de la base de datos SIRPI, hacemos un listado de los 20 países de mayor contribución al gasto militar el panorama que se nos ofrece puede variar sustancialmente. Veámoslo en el cuadro siguiente:
Conforme a este cuadro, Después de EEUU (811.591,2 millones de euros) y China (297.999 millones de euros) no se encuentra Rusia (71.981,1 millones de euros) sino India (80.955,8 millones) y Arabia Saudí (73.041,5 millones) y la suceden distintos países de Europa (Reino Unido, Alemania, Francia) cuyo gasto militar, por separado es similar al ruso, apareciendo otros países protagonistas del elevado gasto militar, entre ellos España, que ocupa el 16 país con más gasto militar consignado por SIPRI, lo cual, dicho sea de paso, y al margen de nuestra insistencia en que el gasto militar español es mayor aún, contrasta con el mantra de la poca inversión militar española y podría servir para decirle a la ministra que se guarde sus trolas para otros ingenuos, pues es impensable que gastemos poco en armas cuando somos el país 16 que más gasta en esto (¿ocupamos un papel tan destacado en el gasto de educación superior, o en el de ciencia, o en cualquier otro aspecto relacionado con el mejoramiento del ser humano o de la naturaleza?
Una interpretación más ajustada aún nos permitiría variar las grandes magnitudes, porque después de EE.UU y China podemos encontrar en bloque los países de la UE cuya suma total de gasto militar alcanza los 267.601 millones de dólares, una cifra brutal.
Esta nueva presentación tiene la virtud de hacernos patente nuestra propia implicación en el gasto militar mundial y de contrastar con las mentiras que los halcones europeos hacen en torno a nuestras necesidades de rearme vigentes y el rollo de que necesitamos incrementar globalmente el 2% del PIB de cada país.
Y, puestos a significar el peso y la orientación política del gasto militar mundial, podríamos hacer una nueva cuenta, la que reúna el gasto militar de los países de la OTAN, cuya política militar cuenta con despliegues en todos los continentes y océanos (lo que no ocurre con nadie más) y lo compare con el resto del gasto militar mundial.
Esta presentación tiene una segunda virtud, pues nos permite entender por qué una singular serie de países pueden sentir que la OTAN y su política militar, con su enorme inversión y gasto, es una amenaza para ellos.
Por otra parte, permite relativizar y hasta sospechar de la intención de las alertas emocionales con las que nos bombardean nuestros propagandistas militares y sus medios de comunicación acerca de las innumerables amenazas a la seguridad del estilo de vida occidental al que nos someten despiadados y siniestros autócratas mundiales.
En realidad, en lo que se refiere a recursos destinados a gasto corriente, personal, estructuras, logística, tecnología, capacitación, participación en operaciones militares y potencia bélica, ningún país o conjunto de ellos puede desafiar al militarismo de los países «socios» de la OTAN ni contrarrestar su «sinergia».
Muy al contrario, el enorme militarismo del bloque occidental es uno de los grandes generadores del destino militarista de los recursos, del enorme coste de oportunidad que éste genera, de la inseguridad global y la injusticia del orden internacional mundial que acarrea.
También, si además tenemos un poco de mala leche, nos permitiría relacionar el gasto militar con la existencia de los complejos militares industriales mundiales y la influencia de estos en la orientación de las políticas de seguridad imperantes en el mundo.
Del mismo modo podemos acudir a los datos del SIPRI, dado que cuentan con un prestigio tal que nadie nos diría por hacer uso de ellos que somos unos demagogos, como ocurre cada vez que desvelamos con datos propios las co-implicaciones del complejo militar industrial con los intereses más espurios de los grandes poderes capitalistas y de los gobiernos obedientes que les hacen el caldo gordo, para relacionar el enorme gasto militar con otras variables, como por ejemplo, los principales países vendedores de armas (y, de paso, exportadores de conflictos), sus principales clientes y, en fin, las principales empresas del sector y sus socios capitalistas más relevantes.
Este cuadro nos permite maliciarnos quiénes fomentan la guerra y explicarnos por qué cuando a todas nos va mal a ellos les va tan requetebién y por qué cuando empezamos a salir del bache, nos insaculan el miedo y la inestabilidad como argumentario para incrementar, con el beneplácito servil de las leyes ad hoc que los parlamentos les hacen (o miran para otro lado) para atajar vendiendo armas a troche y moche, en tiempo de paz o de guerra, a todo quisqui que se les ponga en la diana.
Este mismo cuadro lo podemos poner sumando a los principales países de la UE, lo que nos clarifica mucho más la situación.
Una simple suma nos permite ver que EEUU y la OTAN superan el 60% del total del negocio de la venta de armas, algo que nos ofrece pistas para preguntarnos por nuestro militarismo y nuestro papel en la inestabilidad mundial.
Si comparamos esta lista con los principales receptores, fuera de los propios países vendedores, podemos preguntarnos por el interés desmesurado de los vendedores de armas, a su vez las principales potencias militares y en su mayoría agrupados bajo una misma alianza militar, en promover su negocio a costa de provocar el desastre global.
Veamos este último cuadro.
Ya lo vemos: los datos no son sólo un cúmulo de números que marean y no nos los podemos tragar sin atrevernos a valorarlos e interpretarlos desde nuestras propias valoraciones y orientaciones políticas.
Por eso la insistencia en apropiarnos de ellos y no tragarlos como píldoras, de atrevernos a preguntarles y de usarlos para nuestra causa, sin dejarnos usar por argumentarios que se disfrazan bajo sus abrumadoras cifras.