DE INDULTOS Y AMNISTIAS

Opiniones 25 de enero de 2021 Por Gustavo Coletti
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                Estoy verdaderamente molesto porque el presidente de Argentina, Alberto Fernández, no utiliza su poder y su privilegio para la libertad de Milagro Sala y Amado Boudou.

                Desde la antigüedad, el derecho a perdonar fue unos de los más claros símbolos de la autoridad, y no ejercerlo siempre fue y es un acto de cobardía.

                El Código de Hammurabi, de hace 4000 años en Babilonia, los menciona. Los Libros Sagrados de la India lo consideraban un acto religioso que purificaba, en Egipto, en el pueblo judío, en Grecia y en Roma, que el monarca perdonara era un acto tan incuestionable que no era juzgado ni siquiera con una mirada.

                En el mundo moderno, tanto en monarquías como en repúblicas, el derecho a perdonar es un atributo fuera de toda discusión de la máxima autoridad.

                Aunque el resultado es siempre la libertad del reo, la amnistía perdona el delito y el indulto perdona la pena.

                Democracias que admiramos, como Alemania, Canadá, España, Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, le regalan ese privilegio a sus gobernantes.

                Obama, un día antes de irse, conmutó las penas de 330 presos federales, la mayoría de ellos narcotraficantes. Sumémosle a estos los 1.385 indultados durante su mandato. Clinton conmutó la pena de muerte a más de 30 asesinos además de 140 perdones que firmó un día antes de irse. No voy a seguir facilitando la tarea de nadie. Averigüen sobre los indultos de Trump.

                Nadie se atrevió a levantar la más mínima voz de protesta por el uso legítimo de ese privilegio.

                En Argentina, un presidente tan querido y respetado como Alfonsín promulgó la Ley de Punto Final, que benefició entre otros a culpables de crímenes horrendos, torturas y desapariciones. Menem firmó diez decretos indultando a civiles y militares condenados por crímenes de lesa humanidad.

                Pero Alberto Fenandez no puede perdonar a Milagro ni a Amado, sea lo que sea que hayan hecho. Es un acto de cobardía denigrante, de sumisión a la prensa mercenaria que le va a saltar a la yugular si lo hace.

                Me avergüenzo de esta falta de huevos del presidente para usar un privilegio legal y legítimo.

                No se si es necesaria la aclaración, pero soy K.