

Fue por los años 80s en Miami. El Dr. Carlos Ovidio Lagos que dirigía el periódico para el cual yo trabajaba estaba pasando unos días en mi casa. Era un amigo con quien compartía larguísimas sobremesas, pero una de esas fue memorable. Quizás habíamos tomado mucho o pasó algo que no puedo recordar, pero llegamos a considerar la posibilidad de escribir una columna que se titularía “El Abogado del Diablo”, en la que trataríamos de exponer los puntos que podrían favorecer a los personajes más odiados y despreciables que cada situación o momento histórico nos proveyera. Una columna que pudiera mostrar los argumentos que serían útiles a quienes abogaran en defensa del monstruo de turno.
Que existieran quizás esos argumentos no era un disparate, pero si lo era publicarlos, ya que eso nos ganaría el odio de la inmensa mayoría. ¿Pero es que acaso deberíamos considerar que hay seres tan malos que no deberían tener derecho a la defensa? O si vamos más allá. ¿Los hay tan malos que no merecen ni un juicio? Personajes tan pero tan negros para quienes la condena esté asegurada solo con la reconocida ecuanimidad de la prensa y de la opinión pública.
Pero el Dr. Lagos era doctor en leyes, y él creía que así como todos tenían derecho a una defensa en corte, también todos deberían tenerla en la prensa. Nunca creí que mi amigo, una eminencia que dirigía ADEPA, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, que dirigía La Comisión de Libertad de Prensa, que dirigía el periódico más antiguo del país, fuera un inocente. Pero cuando me dijo que los periódicos deberían disponer de un espacio en sus columnas en contra de sus propias agendas y quizás a favor del enemigo, pensé que quizás habíamos abusado de los “Bloody Mary” a los que él era adicto.
Recordando a mi ilustre amigo, pensé en que si hoy tuviera que comenzar a escribir esa columna, quien sería el villano de turno que ameritaría una defensa. Y creo que el hombre que concentra mayores repudios, lo que no significa que concentre pocas adicciones, es Donald Trump.
En realidad hay muchas maneras de defenderlo. Podemos empezar diciendo que no nos defraudó, el hizo exactamente lo que se podía esperar que hiciera, de acuerdo a sus propias palabras y a su conducta preelectoral. En ese sentido fue más honesto que muchos presidentes que respetamos más. Para citar solo algunos puedo decir que Macri no cumplió, que Obama no cumplió.
Yo no creo que el problema sea Trump. Ganó y perdió teniendo siempre casi a la mitad del electorado. Hay una casi mitad de la población de USA que prefiere a Trump. Esa gente seguramente es misógina, racista, supremacista, negacionista de muchas cosas, como es Donald, pero vivimos en democracia y la democracia es eso, la dictadura del 51%. Esa opinión que comparto es la de James Madison, unos de los padres de la patria.
Esa gente no votó republicano, votó a Trump, lo cual significa que nació un movimiento, que ya tenemos al trumpismo creciendo sano y bien alimentado. Y esa preferencia por el tycoon no es tan estúpida o propia de matones como parece. No nos asustemos por las preferencias de las multitudes y las chusmas, siempre adoraron a Don Corleone y a Scarface. Esa preferencia quizás no sea más que el rechazo a los políticos tradicionales bien peinados y con el nudo de la corbata bien hecho, educados y amables que levantan a los niños en las procesiones y cuyas sonrisas podrían publicitar dentífricos. Seres correctos y peligrosísimos que venden a su madre y a vos por supuesto.
Debo confesar en este punto que tengo una veta antidemocrática muy fuerte. No soy mayoría, nunca lo fui ni lo seré, a mi la democracia solo puede hacerme daño. Pero acepto las reglas de juego, mejor dicho acato, fundamentalmente por miedo a la represión que suele ser brutal y despiadada. En las democracias bajo las que me tocó vivir no conocí ninguna libertad, solo permisos que me vendían como libertades. Opto por el libertinaje y el caos.
Pero volvamos a Trump. No me gusta pero no es peor que nadie. Biden promovió la guerra de Irak y apoyó a Bush. Biden el martes dijo que Mubarak era un amigo y el jueves lo entregó. Son todos iguales.



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Licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia, a Nazareth Castellanos le gusta que la consideren “biósofa”. Más de veinte años dedicados a la investigación y una década larga al estudio del impacto de la respiración sobre la dinámica del cerebro la convierten en un referente sobre el tema central de su libro El puente donde habitan las mariposas (Siruela). “La respiración tiene una influencia tremenda sobre la salud mental. Respirar bien es clave. A mejor respiración, mejor salud mental”, asegura a lo largo de un encuentro en el que insiste en que deberían enseñarnos a respirar en las escuelas.

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