Slavoj Zizek: "Debemos vivir hasta morir"
Para el pensador, en un mundo confinado "vivimos en un colapso pospuesto sin fin". La única receta para vivir con la máxima intensidad sería hoy luchar contra la pandemia, como lo hacen millones de trabajadores sanitarios.
La pandemia de coronavirus ha matado ya a más de 2 millones de personas, dañando la salud de muchos millones más, pero ¿acaso se limita en esto su efecto en nosotros? En un artículo publicado este domingo en RT en inglés, el filósofo esloveno Slavoj Zizek se pregunta en qué ha convertido nuestra vida el virus en más de un año.
Para el pensador, la nueva normalidad, que se instauró como respuesta a la pandemia, priva nuestra existencia del sentido, convirtiéndola en "una vida extraña que se prolonga y que no nos permite ni vivir en paz ni morir rápidamente". Zizek ilustra su idea con la canción 'Dalai Lama', de la banda alemana Rammstein.
La canción, lanzada en el 2004 en el álbum 'Reise, reise', se basa vagamente en el poema 'El rey de los elfos', de Goethe. Narra de la caída de un avión o simplemente de una fuerte turbulencia durante el vuelo (las letras no permiten saberlo exactamente). En la cabina, están el padre y el hijo. Cuando el avión empieza a agitarse y se llena de gritos de los pasajeros, el padre abraza al menor, que está hipnotizado por invisibles seres misteriosos, que lo llaman a unirse a ellos. Al abrazar al niño con demasiada fuerza, el hombre no se da cuenta que este sufre falta de aire y muere.
"El padre (que obviamente representa al Dalai Lama) quiere proteger al niño de la amenaza externa de la realidad, pero en su excesiva protección mata a su hijo. [...] La implicación obvia es que la protección budista del dolor y el sufrimiento nos mortifica, nos excluye de la vida", concluye el filósofo e inmediatamente hace hincapié en el estribillo central de la canción: "Debemos vivir hasta morir".
Esta frase, que representa la pulsión de muerte freudiana "en su estado más puro", no es tan tautológica como parece a primera vista, advierte Zizek. "Rammstein da la vuelta a la afirmación obvia de que 'no importa cuánto tiempo vivas, al final morirás': hasta que mueras, tienes que vivir. Lo que hace que la versión de Rammstein no sea una tautología vacía es la dimensión ética: antes de morir, no solo estamos (obviamente) vivos, tenemos que vivir. Para nosotros los humanos, la vida es una decisión, una obligación activa", escribe el esloveno.
Esta postura […] es adecuada a adoptarse hoy, cuando la pandemia nos recuerda a todos nuestra caducidad y mortalidad, de cómo nuestra vida depende de una oscura interacción de (lo que nos parecen) contingencias. […] El verdadero problema no es que podamos morir, sino que la vida se prolonga en la incertidumbre, provocando una depresión permanente, la pérdida de la voluntad de continuar
Paradójicamente, la propuesta de la vacunación masiva, prorrogada o cuestionada por cada nueva cepa del virus, resulta en que "vivimos en un colapso pospuesto sin fin". Y parece que disfrutamos de ello.
En la primavera del 2020, las autoridades a menudo decían: "En dos semanas, debería mejorar"; luego, en otoño del 2020, fueron dos meses; ahora, es casi medio año […]. Ya se escuchan voces que sitúan el fin de la pandemia en el 2022, incluso en el 2024… Todos los días traen noticias: las vacunas funcionan contra nuevas variantes, o tal vez no; la rusa Sputnik es mala, pero luego parece que funciona bastante bien; hay grandes retrasos en el suministro de vacunas, pero la mayoría de nosotros todavía nos vacunaremos en verano... estas oscilaciones interminables obviamente también generan un placer propio, lo que nos facilita sobrevivir a la miseria de nuestras vidas
Zizek se muestra en desacuerdo con el pensador italiano Giorgio Agamben, para quien la única receta de resistir la pandemia es continuar viviendo como siempre. En el permanente balanceo entre depresión y animación del mundo confinado, hay que seguir las palabras de Rammstein: vivir con la máxima intensidad.
"¿Hay alguien más vivo hoy que los millones de trabajadores sanitarios que, con plena conciencia, arriesgan sus vidas a diario? Muchos de ellos murieron, pero hasta que murieron estaban vivos. No solo se sacrifican por nosotros a cambio de nuestra hipócrita alabanza. Menos aún, podría decirse que son máquinas de supervivencia reducidas a lo esencial para vivir. De hecho, son los que hoy están más vivos", concluye el filósofo.