Hija del pueblo te oprimen cadenas…

Mundo 29 de junio de 2020 Por Anred.org
En la década de 1920 mujeres de distintas localidades de La Pampa y del oeste bonaerense expresaron sus luchas y trazaron horizontes en las páginas del quincenario Nuestra Tribuna. Un siglo más tarde esos testimonios las devuelven de la invisibilización, porque no solo los trabajadores del campo y de la ciudad enfrentaron al capital y al Estado, también lo hicieron las trabajadoras. Por Hernán Scandizzo
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Si bien queda mucho por conocerse sobre el desarrollo del movimiento anarquista en el Territorio de la Pampa Central, bastante se ha escrito sobre la convicción y el coraje de los hacheros, estibadores, carreros y demás trabajadores que enfrentaron al capital y al Estado. En cambio poco o nada se sabe de las mujeres, de aquellas que también orientadas por la llama de la revolución social nutrieron organizaciones, subieron a tribunas a difundir el verbo rojo, redactaron periódicos y estuvieron dispuestas a poner el cuerpo. Los artículos que algunas de ellas publicaron en el quincenario anarquista Nuestra Tribuna (1922-1925) permiten vislumbrar cómo se pensaban, cómo veían a sus pares, qué fines perseguían y qué estaban dispuestas a hacer para lograrlos.

Ya en los albores del movimiento anarquista en la Pampa Central ellas estuvieron presentes. Jorge Etchenique en su libro Pampa Libre, por ejemplo, nombra a Vicenta Adrado de De Diago, que en 1915, desde Quemú Quemú, denunció a la policía por el asesinato de varios linyeras. También nombra a Libertad Ferrini, que en noviembre de 1917 participó como oradora en uno de los primeros actos ácratas realizados en General Pico.1 Y es el mismo autor quien en un cuento corto, Rojo mujer, subraya la fortaleza de aquella amazona criolla que rindió largo homenaje a su marido masacrado en Jacinto Aráuz en 1921; al hachero santiagueño Carmen Quinteros.

También hubo mujeres como la gallega Juana Rouco Buela que, enviada por el Consejo Federal de la anarquista Federación Obrera Regional Argentina (FORA), llegó al Territorio en julio de 1921 y dio una serie de conferencias en Castex y General Pico2. Tal vez convendría detener la enumeración en ella, porque a partir de un proyecto propagandístico que pusiera en marcha junto a Fidela Cuñado y Teresa y María Fernández es posible saber algo más sobre las anarquistas pampeanas. Es que estas mujeres en Necochea dieron vida a Nuestra Tribuna, el “quincenario femenino de ideas, arte, crítica y literatura” que publicaron desde el 15 de agosto de 1922, y en cuyas páginas se expresaron pobladoras de Vertiz, Ingeniero Luiggi, Castex y otras localidades pampeanas.

¿Qué hacer?

“A vosotras me dirijo, las mujeres que lloráis y que gemis por la miseria que os circunda y os pregunto: ¿que hacer? ¿callarnos? ¿soportar con humillación todas las vilezas burguesas?”, desde Darragueira disparaba Tomasa Alleú a sus hermanas. Y con la misma fuerza arremetía: “¡No! Rebelarnos, pues es nuestro deber contra quien tenga la culpa – y entonces preguntaba –¿y quienes tienen la culpa?”. Tomasa respondió: “Los mandatarios y todos los que gobiernan, esos que todo lo poseen y nada producen, esos que hacen las leyes y modifican a su gusto y paladar todo el engranaje gubernativo”.3

Faltaban pocos meses para que terminara el año 1922 cuando Nuestra Tribuna publicó el artículo de Tomasa con su retórico ¿qué hacer?. Ella no tenía tiempo que perder, preguntaba y enseguida respondía: “las mujeres debemos ser maestras de nuestros hijos. No debemos mandarlos en las escuelas del Estado. Allí nos los hacen asesinos. Enseñémosles nosotras a que sean rebeldes contra el Estado; que no conozcan distinción de banderas ni de patrias odiosas. Enseñémosle a que conozcan una sola patria, que es el mundo; una sola bandera roja, aureola de la verdad”.4

Nuevamente, y casi con fastidio, repetía la pregunta: ‘¿qué hacer?’.“En los pueblitos de la campaña generalmente la policía suele aporrear a nuestros queridos compañeros en la via pública y otras veces en la comisaría con el pintoresco apelativo, de que son ‘agitadores de oficio’. Nos reunimos las que nos consideramos compañeras de afinidad y entre nosotras la misma compañera de la víctima, y comentamos el hecho. Y no falta quien diga: ‘yo lo vi cuando lo apaleaban’; ‘yo lo vi cuando lo llevaban preso’, etc., etc. Y es el caso que nuestra acción debe ser muy distinta que los comentarios en hechos de esta índole. Nuestro deber es dar una lección a los policías de campañas, arrebatándoles el preso que ellos llaman ‘agitador de oficio’”.5

 Alumnas de la Escuela Elemental de Niñas N° 1 de Santa Rosa, 31 de diciembre de 1901. Muestra Fotográfica “La educación en el Territorio Nacional de La Pampa. Construcción del sistema educativo (1880 – 1952)”. Fototeca Bernardo Graff Archivo Histórico Provincial “Prof. Fernando E. Aráoz” Santa Rosa, La Pampa – Argentina
 

Emancipadas

Con cada palabra Tomasa se alejaba kilómetros del prototipo de mujer para agradar, mujer adorno, mujer belleza, presa de motivaciones intrascendentes.6 Pero que ella escapara a esos esquemas no significa que también el resto de las mujeres lo hicieran. No. Por eso Cecilia Lazcano Tegui, desde Ingeniero Luiggi, escribió en Nuestra Tribuna: “parte de culpa la tenemos nosotras mismas. Si en vez de preocuparnos tanto por como viste fulanita, como camina zutanita o que color tienen las medias de perenganita, tratáramos de dignificarnos, de elevarnos moralmente (…). Si en vez de hacernos despreciables, (…) no pensando más que en bailes y festines más o menos orgiásticos, (…) tratáramos de educarnos, de integrarnos física, moral e intelectualmente, (…) racional y libremente, (…) daremos ánimo con nuestro ejemplo a nuestros compañeros, levantaremos el espíritu decaido de los abatidos y seguirán más tesoneramente la lucha por la emancipación total. De esta manera dejarán los hombres de ver en nosotras, lo que hoy ven: juguetes, muñecas, objetos de placer y de lujo”.7

Y más allá de la disposición personal a cambiar, dónde obtendrían las mujeres esas herramientas que permitían dignificarse, elevarse moralmente. Lazcano Tegui las instaba a concurrir a las bibliotecas y centros de cultura, a que leyeran obras sociológicas e instructivas y no novelones policiales. En tanto María Cañadas, desde Cinco Saltos – Río Negro –, las llamaba a participar en las asambleas sindicales, muy a pesar de que por eso las llamaran “marimachos”.8 Y ambas coincidían en que al iluminarse los hombres lograrían ver en ellas a hermanas “que sufren una doble esclavitud: la de su condición de explotadas y la de la esclavitud moral del dogma religioso”.9

También los hombres comprenderían que con ellas podrían “compartir los sinsabores que la vida le aporte en su vaiven”; las verían “como a la futura madre de sus hijos”. Porque su misión era convertirse en madres conscientes, “madres de los hombres del mañana, madres de los que llevarán al triunfo nuestro querido ideal de libertad y amor”.10 Su misión era parir la revolución.

Mujer corazón

En varios de los artículos publicados en Nuestra Tribuna se pueden encontrar ciertos resabios, filtraciones, del sistema social que las anarquistas pretendían destruir. Por ejemplo, como se ve en el párrafo anterior, la perpetuación de la imagen mujer/madre, la maternidad como un mandato biológico social ineludible. Aunque por ello no se perciben encerradas entre las cuatro paredes de su hogar criando hijos, sino que se conciben como obreras, campesinas, explotadas, proletarias…

También en algunos casos se vislumbra la continuidad de la imagen mujer compañera del hombre, es decir, que la iniciativa queda en manos de él. Durante febrero y marzo de 1923 Nuestra Tribuna publicó una serie de artículos enviados desde Castex por Eusebia Rivera. Allí su autora insistía en el peligro que corrían los niños y niñas por el tipo de educación que recibían en las escuelas públicas y llamaba a terminar con el militarismo y el patriotismo. Para lograr ese objetivo proponía “inculcar en la imaginación de los niños, en la mente de los hombres y en el corazón de las mujeres el amor a la paz y al internacionalismo”.11 Eusebia reproducía los valores de su dominador: el hombre portador de la razón, la mujer dechado de sentimientos y el niño pura imaginación.

Desde su aparición en 1922 y hasta julio de 1925, fecha del último número de Nuestra Tribuna, la hoja femenina circuló por varias localidades de la Pampa Central como Arata, Bernasconi, Castex, Catriló, Gral. Pico, Ing. Luiggi, Intendente Alvear, Metileo, Quemú Quemú, Santa Rosa, Trenel, Vertiz y Winifreda; también por pueblos bonaerenses linderos: Darragueira, Rivera, Salliqueló. A su paso intentó abrir el surco emancipador para que floreciera la mujer nueva.

 Santa Rosa, 1921. “Escuela Nº1 24/5/21”. Colección Juan Fernández Acevedo. Fototeca Bernardo GraffArchivo Histórico Provincial “Prof. Fernando E. Aráoz” Santa Rosa, La Pampa – Argentina
Hablar de ellas

En el largo camino hacia la construcción de la nueva sociedad aquellos revolucionarios volverían a manifestar concepciones y prácticas que conscientemente buscaban abolir. Por ejemplo en noviembre de 1928 la FORA realizó de actos por la liberación del anarquista Simón Radowitzky en diferentes pueblos del Territorio. El 14 de ese mes la cita fue en la plaza Mitre (hoy San Martín) de Santa Rosa, allí Amalia Figueroa ocupó la tribuna para hacer una breve declamación,12 todos los oradores habían sido hombres… Tal vez esa misma escena se estaba repitiendo en otro contexto. En el de una alguna confitería o casona pampeana donde una niña bien, luego de las profundas alocuciones de su padre, declamaba para animar a los contertulios.

Poco más de un año después, a principios de mayo de 1930 llegó a la Pampa Central un delegado de la FORA en gira de propaganda. El día 3 los foristas levantaron una tribuna en Gral. Acha, allí muy serio y convencido el orador en gira, Mario Gronde, “puso de relieve que a la mujer en la actual sociedad se la tiene en un concepto inferior al hombre, exhortándolas a liberarse del predominio delmacho y de la explotación de que son víctimas”. Al día siguiente, domingo, los anarquistas entusiasmados levantaron nuevamente su tribuna en medio de un numeroso público. Y “como los conceptos vertidos por el orador en el acto del sábado, se trataran de tergiversar en lo que a la mujer se refiere, aclara con amplitud de detalles, que no se confunda libertad con libertinaje, manifestando que tanto la mujer como el hombre tienen los mismo derechos, pero también los mismo deberes”.13 Hubiera sido interesante estar allí para saber qué cosas se tergiversaron y cómo el hombre diferenció libertad de libertinaje.

El 11 de mayo, reincidente, habló en Catriló. Allí nuevamente habló sobre el equivocado criterio de que la mujer es inferior al hombre y explicó las trabas a su desenvolvimiento pone el macho. Gronde dijo que, teniendo conocimiento de las causas que motivan este mal, los anarquistas sentían la necesidad de decir a voz en cuello que la mujer, como parte integrante de la sociedad tiene la obligación de tomar parte en la lucha entablada. “Ella, como madre, como compañera o hermana proletaria sufre en carne propias el aguijonazo lacerante de la explotación inícua”.14

*Versión editada de “Mujeres al borde de una revolución. Anarquistas pampeanas de los años 20”, nota publicada el 10 de marzo de 2002 en Caldenia, suplemento del diario La Arena (Santa Rosa,La Pampa).

Notas

1 Echenique, Jorge; “Pampa Libre. Anarquistas en la pampa argentina”, Universidad Nacional de Quilmes / Ediciones Amerindia, Santa Rosa, 2000, pp. 26 y 31.

2 Rouco Buela, Juana; “Historia de un ideal vivido por una mujer”, Ed. Reconstruir, Bs.As., 1964, pp. 77 – 78.

3 Tomasa Alleú, “Mi voz hacia la libertad”, en Nuestra Tribuna, 15 de octubre de 1922, p. 4. En las citas textuales se respeta la ortografía y redacción del original.

4 Idem.

5 Idem.

6 Di Liscia, María Silvia; “Condición femenina. Mujer y mujeres”; en Acerca de las mujeres. Género y sociedad en La Pampa, Fondo Editorial Pampeano, 2º edición, Santa Rosa, 1995, p. 35.

7 Cecilia Lazcano Tegui, “A mis hermanas”, en Nuestra Tribuna, 15 de julio de 1923, p. 4.

8 María Cañadas, “A mis compañeras”, en Nuestra Tribuna, 1 de octubre de 1923.

9 Cecilia Lazcano Tegui, “A mis hermanas”, en Nuestra Tribuna, 15 de julio de 1923, p. 4.

10 Idem.

11 Eusebia Rivera, “Abajo las Armas”, en Nuestra Tribuna, 31 de marzo de 1923, p. 3.

12 “Santa Rosa”, en La Protesta, 24 de noviembre de 1928, p. 4.

13 “En Gral Acha”, en La Protesta, 13 de mayo de 1930, p. 2.

14 S. Martínez, “La jira por La Pampa. De Catriló”, en La Protesta, 27 de mayo de 1930, p. 3.