

De Entre
Lo decible:
piel tensada sobre lo cóncavo
que deforma dando forma.
Decir:
remover la arena sin entender
de dónde surge el mar.
El viento no es lo que arrastra:
sus voces, las del mundo al que toca,
eco de lo que dice sin poder decir.
Ventana iluminada por la luz de otras ventanas:
silencio interrumpido por matices del silencio
que rezuma entre signos de interrogación.
Buscar, no al ausente,
a la ausencia:
al silencio, para danzar a su ritmo,
a los espacios en blanco para enseñarse a leer.
Confundir al tallo con la aguja que penetrándolo lo inmoviliza.
Contorsionarse hasta caber en el nombre: flor
y empezar a oler.
Mi página, hoja sobre montón de hojas:
ocultamiento y fertilización de un suelo
que inmutado persiste.
De Antes de abejas
Parvada descendiendo sobre sí misma,
diluvio extenuado de sed:
hojas secándose entre viento y suelo,
al sol.
Brillos de atardecer
en un parque desocupado por la lluvia:
es la superficie del charco,
no su fondo,
lo que refleja la última luz.
Fruto en que se homologan dentelladas,
ave que supera alambrada
sin haberla sabido allí.
Saberse
el contorno de un hueco,
la espesura justificada por el claro
en que permanece la gota.
Entre nosotros,
el suelo
en que las hojas caen sin mérito,
pesando menos su caída
que el silencio
de su caer.
De Intraducción
Decir al muro hasta hacerle puerta
o acabarse la lengua intentándolo.
Distancia inadvertible
entre nube y nocturnidad,
trazo invisible separando a las letras
para obtener del único punto, líneas.
Aparente movimiento:
aliento creando las palabras en que se vierte,
vasijas constituidas por la luz que contienen.
Peso de lo ligero
ahuecando a la lengua
a la medida de su vacío.
Pureza de la melodía,
constancia de un dios que es silencio.
Tallar con los dientes la propia hambre en la fruta,
recorrer con la lengua, en los huecos,
lo tangible
reflejado en la superficie de la gota.
Vocales perdidas con el frío,
ahora rincones cálidos
en que pasar durante el día la noche.
Pregunta que,
cencerro al cuello,
te advierte siempre
dónde estás.
Mediador entre las sombras
enemistadas por el sol,
falsario o intérprete del testimonio
que dejaron las chispas en la taza,
fragmentos que no se bebieron
y que nadie sabe leer.
Llama antecediendo a la combustión
como la palabra a la lengua,
que la cincela de la punta hacia atrás.
Muro exiliado de la grieta que contiene:
sólida periferia inhabitable,
haciendo traducible al silencio intraducido.
Salomón Amkie Cheirif / Ciudad de México, 1979. Es autor de Estarse yendo (Libros del Marqués, 2020). Sus poemas se han publicado en diversos medios electrónicos, incluyendo Literal Magazine, La Otra, Cuadrivio y Praepositio.

Pier Paolo Pasolini. La poesía de la transgresión



Pesar por muerte del poeta palestino Mourid Barghouthi
De amor, vida, desplazamiento y Palestina, sus palabras tocaron a millones

María Martínez Bautista / Madrid, España, 1990. Es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense. Ha publicado los poemarios Primera noche en las ciudades nuevas (Ayuntamiento de Málaga, 2012; próxima reedición en La Bella Varsovia) y Galgos (La Bella Varsovia, 2018), que obtuvo el II Premio “Javier Morote”. Ha traducido al castellano la poesía de Gaia Ginevra Giorgi (Maniobras secretas; La Bella Varsovia, 2018) y de Antonia Pozzi (Inicio de la muerte; La Bella Varsovia, 2019). Sus poemas han aparecido en revistas y antologías como Tenían veinte años y estaban locos (edición de Luna Miguel; La Bella Varsovia, 2011). Actualmente trabaja como editora.

El deseo y lo deseado. Una conversación con Mariana Spada
Alguien dijo que lo contemporáneo es producto del choque entre lo arcaico y lo moderno. En esa colisión se cifra buena parte de la fuerza y la gracia de Ley de conservación (Gog & Magog, 2019), el primer libro de Mariana Spada (Entre Ríos, Argentina, 1979), donde su voz se presenta ya entera y, a la vez, se hace cargo de que escribir poesía se parece “a ir tanteando con cautela las partes nuevas del cuerpo”, poema a poema. Hay algo de otro tiempo en la poesía de Spada: un léxico abundante sin dejar de ser preciso, un deleite pausado en la contemplación de los paisajes fluviales de la infancia y un tono contenido que, en algunos momentos, sin embargo, deja pasar la urgencia del presente. De todos modos, no hay que confundir conservación con conservadurismo. Más que de conservar lo recibido, se trata de ejercer un cuidado ante y por el mundo, aunque esa mirada cuidadosa a menudo se vuelva quirúrgica. La observancia de esa ley de conservación consiste en el cultivo de una voz “a ecuánime distancia entre el deseo y lo deseado”, entre el tronco caído del árbol genealógico y las hierbas silvestres que, filosas y felices, proliferan. *

Gloria Fuertes García (Madrid, 28 de julio de 1917- Madrid, 27 de noviembre de 1998) fue una poeta española incluida en la ‘Generación del 50’, posterior al movimiento literario de la primera generación de posguerra. Su labor poética se vio reforzada en España a partir de los años 1970 por sus colaboraciones en programas infantiles y juveniles de Televisión Española como Un globo, dos globos, tres globos o La cometa blanca. En su poesía defendió el feminismo, el pacifismo y el medio ambiente. En 2017, con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento se reivindicó su papel en la poesía española del siglo xx.