“La guerra no es innata para la humanidad, es posible un futuro más pacífico”

ENTREVISTAS12 de junio de 2021 Por April M. Short
Entrevista al antropólogo Brian Ferguson, en Independent Media Institute.
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La investigación de Brian Ferguson sobre los orígenes de la guerra, habiéndose remontado para ello al comienzo de la historia humana y la de nuestros parientes simios más cercanos, sugiere que la guerra no es parte de nuestra evolución.

La guerra y toda su brutalidad llaman la atención y permanecen en la memoria. Los recuerdos de guerras y conquistas tienden a quedarse y ocupar el centro de atención en los registros históricos. Sin embargo, una narrativa centrada en la guerra pinta una imagen incompleta de la historia humana y de su naturaleza. Si bien existe una opinión popular en la comunidad antropológica de que la guerra es una tendencia evolutiva e innata de los humanos, también existe un rechazo a esa teoría. Existe un creciente argumento a favor de una historia humana que antecede por completo a la guerra y señala, además, que la guerra no es innata a la naturaleza humana, sino que es un desarrollo social y cultural que comienza en ciertos lugares concretos del mundo.

No obstante, una vez que surge la guerra esta tiende a extenderse, tal como explica el antropólogo histórico R. Brian Ferguson, quien ha pasado más de 40 años investigando los orígenes de la guerra. Ferguson, profesor de antropología en la Universidad de Rutgers, señala que la guerra no es lo mismo que la violencia interpersonal, o el homicidio. La guerra implica conflicto armado organizado y un homicidio aprobado por la sociedad y llevado a cabo por miembros de un grupo contra miembros de otro grupo. Ferguson sostiene que la evidencia actual sugiere que la guerra no siempre estuvo presente, sino que comenzó como resultado de cambios sociales, habiendo evidencia de que los orígenes de la guerra aparecen en marcas de tiempo muy variables y en diferentes lugares del mundo. Ferguson estima que los primeros signos de guerra aparecen entre el 10.000 a. C., o hace 12.000 años.

«Pero en algunas áreas del mundo no se ve ningún signo de guerra hasta mucho más recientemente», y señala que tanto en el suroeste de Estados Unidos como en las Grandes Llanuras no hay evidencia de guerra hasta hace unos 2.000 años.

En un artículo de Ferguson, publicado por Scientific American en 2018, y titulado «La guerra no es parte de la naturaleza humana», detalla su opinión sobre la guerra. En el artículo, resume los puntos de vista del fallecido antropólogo Keith Otterbein, sobre los dos campos antropológicos enfrentados y que este último denomina “halcones y palomas”. Los halcones argumentan que la guerra es una predisposición evolucionada en los humanos, que se remonta a cuando tenían un ancestro común con los chimpancés. Mientras que las palomas, por contrario, argumentan que la guerra solo ha surgido en los últimos milenios, motivada por las cambiantes condiciones sociales. En su artículo Ferguson escribe:

Los seres humanos, suelen argumentan [palomas], tienen una capacidad obvia para participar en la guerra, pero sus cerebros no están programados para identificar y matar a los forasteros involucrados en conflictos colectivos. Los ataques grupales letales, según estos argumentos, surgieron solo cuando las sociedades de cazadores-recolectores crecieron en tamaño y complejidad y más tarde con el nacimiento de la agricultura. La arqueología, complementada con observaciones de las culturas cazadoras-recolectoras contemporáneas, nos permite identificar los tiempos y, hasta cierto punto, las circunstancias sociales que llevaron al origen y la intensificación de la guerra.

Ferguson ha estudiado los registros antropológicos y arqueológicos a lo largo de la historia humana antigua y, en ocasiones, la más contemporánea. Afirma que hay una falta de evidencia de guerra o violencia a gran escala en muchos lugares del mundo y a lo largo de diversos períodos de la historia. Ha pasado cuatro décadas investigando y contextualizando históricamente los diversos puntos de origen de la guerra, en todo el mundo. También ha contextualizado incidentes de violencia grupal en los primos simios más cercanos de la humanidad, los chimpancés. Argumenta que la guerra no es un comportamiento innato, evolutivo ni inevitable para los seres humanos.

Reproducimos la conversación que Ferguson mantuvo con la corresponsal de “Economía de Paz Local”, April M. Short, acerca de sus hallazgos y teorías sobre la guerra y la historia humana.

April M. Short: Los grandes interrogantes son: ¿los seres humanos siempre han hecho la guerra, o la guerra tiene un origen? Y, ¿la guerra es innata a la especie humana (o tal vez solo de los hombres)? ¿Existe una predisposición evolucionada a la guerra o es un comportamiento social, aprendido, que surgió con ciertas organizaciones particulares en las sociedades?

Brian Ferguson: Existe un gran interés al respecto y en la antropología en particular, así como en la arqueología y las ciencias políticas. Ha sido un campo muy activo y hay muchas cuestiones diferentes involucradas [en ello] que están interconectados.

Para mencionar un aspecto de si la guerra siempre ha estado con nosotros o no, está la cuestión relacionada de cómo la guerra se vio afectada por la expansión de los sistemas coloniales. En particular, relacionado con Europa Occidental, pero también con otros [sistemas coloniales]. Sostengo que la expansión colonial generalmente condujo a una guerra más intensiva que muchas de las luchas que hemos visto en todo el mundo en los últimos cientos de años, desde la Era de las Exploraciónes en adelante. Esto no es un reflejo de la naturaleza humana, sino un reflejo de las circunstancias o la situación contextual.

Pero, incluso antes de los inicios del colonialismo, la guerra era bastante común en todo el mundo. La guerra deja una serie de signos diferentes, lo que es indicativo de violencia en los registros arqueológicos, siendo los más importantes el trauma esquelético y los datos de asentamiento de diferentes tipos. También existen otros indicadores, pero si tiene suficiente información de estas dos trazas, entonces si hubo guerra, su evidencia aparecerá.

AMS: Otra pregunta relacionada es si existe evidencia de un punto de partida claro para la guerra.

BF: Todo el mundo quiere saber cuándo empezó la guerra. Es difícil dar una respuesta que satisfaga a todos, porque tienes que preguntar de qué estás hablando exactamente. La evidencia de la guerra aparece en diferentes momentos en diferentes lugares. Y, una vez que comenzaba la guerra, a veces desaparecía por un tiempo, aunque ese no era el caso la mayoría de las veces. A menudo, la guerra se extendía y cambiaba con el tiempo a medida que cambiaban los sistemas políticos. Este es un campo muy complicado.

¿Pero la pregunta a la que la gente realmente quiere respuesta es si la guerra es la propia naturaleza humana? Y, en cierto sentido, la respuesta es definitivamente sí, porque los humanos hacemos la guerra, somos capaces de hacer la guerra, es una de las cosas que hacen los humanos. Pero creo que la pregunta más significativa que la gente está tratando de responderse es si: ¿hay algo que haya evolucionado en los seres humanos, o tal vez solo en los hombres, que los haga inclinarse a intentar matar, o al menos a actuar con extremo miedo a —Personas fuera de su propio grupo. ¿Es una tendencia o predisposición humana natural matar a forasteros? Eso es lo que ha argumentado mucha gente. El psicólogo cognitivo y autor científico, Steven Pinker es uno de ellos, y hay muchos otros.

Otros han argumentado algo un poco diferente, que podría enunciarse como que: tal vez no haya una tendencia innata a querer matar a los forasteros, pero la guerra sucederá naturalmente a menos que se disponga de algún tipo de sistema para detenerla. Eso es algo de lo que hablaba Thomas Hobbes en Leviatán, ¿no es cierto? Él no sabía nada de genes y esto fue antes de la teoría de la evolución de Charles Darwin. No estaba diciendo que la gente tuviera una predisposición «evolucionada» a matar a forasteros. Simplemente dijo que las personas que persiguen sus propios intereses, sin algún tipo de sociedad civil más amplia, naturalmente recurrirán a la violencia para promover sus propios intereses, y eso conducirá a la guerra. Y eso significa que la guerra es una condición natural de la sociedad humana. Entonces, ¿es [la guerra] parte de la naturaleza humana o es la naturaleza de los humanos en la sociedad?

La conclusión es, desde cierto punto de vista, que los humanos siempre han hecho la guerra desde que fueron humanos. Pero lo que he estado argumentando, desde hace algún tiempo, es que si miras en todas partes del mundo, en los registros arqueológicos, los restos más tempranos no hay evidencia de guerra.

Ahora bien, cuando retrocedemos mucho, digamos que 30.000 años o más, casi no encontramos nada que siquiera indique que los seres humanos estuvieran allí. Tal vez encuentres una herramienta de piedra, o algo así, pero no puede afirmarse, basándose en la evidencia, si hubo guerra o no. Pero, cuando te acercas al presente y miras la evidencia material, tampoco encuentras evidencia de guerra durante algún tiempo.

Lo que encuentras es un patrón global. En diferentes momentos y en diferentes lugares del mundo, si se parte de la evidencia arqueológica más antigua y se avanza en el tiempo, llegará un momento en que la evidencia de guerra comenzará a aparecer. Esos cambios ocurren sin un aumento dramático en la recuperación arqueológica. No es como si estuviéramos empezando a obtener buena evidencia arqueológica, o buenos datos, y solo ahora estamos empezando a ver las señales de la guerra. Lo teníamos todo, pero no había señales de guerra. Entonces comenzaron a aparecer signos de guerra.

Un colega mío, Doug Fry, trabaja en esta área y se ha centrado más en la importancia al respecto, y un muy buen punto. Hemos estado acumulando una serie de casos de arqueólogos que trabajan en áreas particulares, y los propios arqueólogos mismos no están interesados en la pregunta de ¿cuándo comenzó la guerra? Ellos solo están cavando sus propias excavaciones. Por lo general, no están interesados en hacer comparaciones globales, como lo estoy yo. Pero encontramos que cuando los arqueólogos proporcionan resúmenes de la evidencia de violencia interpersonal de naturaleza mortal, cada vez más de estas conclusiones muestran que la guerra tiene un punto de partida.

AMS: Comentó que este es el patrón dondequiera que mires, ¿es el patrón global?

BF: en las Américas, en concreto, en donde he estado trabajando últimamente, el patrón de evidencia de guerra emergente durante un tiempo determinado en los registros, incluye la región andina, incluye la región de Oaxaca en México, incluye la costa noroeste del Pacífico de Canadá, el noroeste de Alaska, los bosques del este, las Grandes Llanuras. No estoy seguro de si se puede decir lo mismo del oeste de California, porque al oeste de California es inusual encontrar mucho signo de violencia y que se remonte tan atrás, por lo que no estoy seguro de si puede decirse, claramente, que haya un tiempo antes de que se hubiera evidencias de la guerra allí. Pero es el caso en muchos otros lugares. También investigué los patrones en Europa y el Cercano Oriente, donde se observa lo mismo: no encuentras ninguna evidencia de guerra y luego, de repente, aparece la guerra.

Una nota más sobre esto: a menudo se dice que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, así que si no encuentra evidencia de guerra, eso no significa que la guerra no sucediera allí. Eso es absolutamente cierto para cualquier caso particular, y cualquier excavación arqueológica en particular. Pero, si está hablando de una región más amplia con múltiples excavaciones, esta no es una declaración científica, porque no puede ser cuestionada, no puede ser falsificada. Si está diciendo: «Incluso si no encuentra evidencia de guerra, la guerra probablemente [todavía pudo sucer] allí», ¿cómo refuta eso? Pero si digo que en estas diferentes áreas no va a encontrar ninguna evidencia de guerra antes de ciertos períodos de tiempo, porque allí no hubo guerra, eso es fácil de refutar. Solo hay que encontrar la evidencia.

Me cansa un poco que se repita la frase «el hecho de que no encuentre la evidencia no significa que no esté allí», porque el patrón de ver el surgimiento de la guerra es tan claro en tantos lugares. Es hora de considerar la posibilidad de que, de verdad, la guerra no existiera antes de cierto punto.

AMS: ¿Por qué cree que la teoría popular ha sido que la guerra es innata para los seres humanos o que siempre hemos tenido guerras?

BF: Esa es una gran pregunta y es una pregunta difícil de contestar. Si hablo acerca de si hay signos de guerra en Europa en un año en particular o no, puedo hablar de eso en términos de evidencia. Pero cuando se llega a la pregunta de por qué la gente tiende [a inclinarse] hacia la teoría de que «somos innatamente beligerantes» o que «la gente es innatamente buena» (que a menudo se sugiere que es el punto de vista de Rousseau versus Hobbes), algo hay en todo esto de variedad individual de opiniones. Pero también creo que cuando observas la prevalencia de estas ideas, se ve que son específicas de un tiempo.

A finales del siglo XIX, cuando el trabajo de Darwin era nuevo, había un énfasis real en esta lucha por la supervivencia. También había una parte racial, que era la idea de que algunas razas son superiores a otras, y la lucha entre las razas lleva a los superiores a conquistar a los inferiores. Toda esa ideología social darwinista era muy común y se alimentaba de otras teorías en ese entonces, que eran una visión sombría de la humanidad. Freud estaba muy triste. Los primeros psicólogos eran muy sombríos y hablaban de que los humanos tenían instintos, y uno de los grandes instintos era el instinto de la belicosidad. Pugnacidad [N.d.T.: tal vez “combatividad”. Pugnaticidad, pugnatividad no están recogidas en la RAE ni en el diccionario panamericano] es una palabra que ya no usamos mucho, pero se decía que la pugnacidad era el instinto por el que la gente solo quería pelear. Entonces, si querías averiguar el por qué existen las guerras, es porque teníamos el instinto de la tal pugnacidad.

La Primera Guerra Mundial provocó una especie de repulsión contra la guerra. Hubo un cambio en la forma en que la gente veía las cosas. Hubo un estudio de 1915 que fue realmente revelador, titulado «La cultura material y las instituciones sociales de los pueblos más simples: un ensayo en correlación«. Observó una serie de sociedades diferentes en todo el mundo (en lo que hoy sería un método muy burdo). Afirmando que las sociedades más simples pueden tener alguna guerra, pero tenían menos guerra que las sociedades más desarrolladas. Comenzó a parecer que la guerra no era parte de la naturaleza humana, era parte del desarrollo de sociedades jerárquicas a gran escala, y llegó precisamente con esa evolución política.

Pasó el tiempo y en la década de los sesenta se desarrolló un argumento intelectual muy fuerte a favor de que la guerra fuera innata. Hubo varios escritores que fueron clave en [el desarrollo de] este argumento. Uno era un etólogo austríaco (los etólogos son personas que estudian el comportamiento animal) llamado Konrad Lorenz. Estuvo del lado alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Él era de la opinión de que si tocas una melodía marcial, los hombres dejarán todo y se irán a la guerra. Escribió el libro Sobre la agresión que fue muy influyente.

Luego estaba Raymond Dart, un paleobiólogo australiano (aunque no usaban esa definición en ese momento) que encontró cráneos y restos primitivos, y estaba convencido de que en cada cráneo que encontraba había evidencia de una muerte violenta y canibalismo. El trabajo de Dart fue recogido por un escritor muy talentoso, Robert Ardrey, quien escribió varios libros, incluidos African Genesis y The Territorial Imperative, que formaban parte de su serie “Nature of a Man”. Esa fue la base de la película de Stanley Kubrick «2001: A Space Odyssey«. Si alguna vez has visto el comienzo de esa película, a aquellos proto-simios algo les cambió en sus mentes por los obeliscos negros provenientes del espacio exterior, y comienzan a matarse entre sí, y ese es el comienzo de la creatividad humana. Eso es lo que Ardrey básicamente creía que era la verdad sobre los seres humanos, y la popularizó.

Y luego, estaba el famoso libro, “El señor de las moscas”, de William Golding. A Golding se le ocurrió la idea de que las personas eran simples piezas de trabajo. Todos estos conceptos formaban parte de la cultura popular en la década sesenta y fue muy influyente. Se convirtió en la sabiduría aceptada de que “la gente es así”.

La guerra de Vietnam marcó una gran diferencia. Los antropólogos no se habían interesado mucho en el estudio de la guerra antes de Vietnam. La guerra de Vietnam se prolongó durante mucho tiempo y las manifestaciones en su contra fueron muy grandes en los campus universitarios, que es donde están los antropólogos. En aquel entonces yo era un estudiante, en edad de reclutamiento, y fue entonces cuando se desarrolló por primera vez la antropología de la guerra como campo. Creció a partir de ahí y se desarrollaron diferentes perspectivas. Algunos de ellos sostenían que la guerra siempre ha estado con nosotros, otros decían que era un instinto biológico, algunos argumentaban que la guerra era un producto cultural y un desarrollo relativamente tardío. Margaret Mead [antropóloga cultural] fue una de las que dijo: «La guerra es sólo una invención, no una necesidad biológica». Y creo que tenía razón. Desde entonces, este argumento ha continuado de una manera más académica, con personas que producen evidencias. Ahora lo hemos estado haciendo durante un par de décadas y tenemos mucha evidencia.

AMS: Menciona en su artículo de “Scientific American” que las personas que argumentan que la guerra es innata a menudo usan el ejemplo de que los chimpancés son belicosos. Apuntan al ancestro común, compartido entre los chimpancés y los humanos, para argumentar que los humanos son innatamente guerreros. Ha pasado dos décadas analizando todos los incidentes de violencia registrados relacionados con los chimpancés y ha escrito un libro sobre el tema, que pronto se publicará. En su libro, usted teoriza que los chimpancés no son, de hecho, guerreros, pero que sus incidentes de violencia pueden atribuirse a contextos culturales y sociales, que involucran en gran medida la interferencia humana. ¿Puedes compartir un poco sobre tu trabajo con los chimpancés?

BF: No soy primatólogo. Nunca he trabajado con chimpancés. Soy un investigador histórico, así que leo las observaciones de otros estudiosos y contextualizo esas observaciones. Hice eso con la guerra y lo he hecho con los chimpancés.

En 1996, salió un libro llamado Demonic Males: Apes and the Origins of Human Violence. Dibujaba una visión realmente sombría de la naturaleza humana, como evolucionada para matar extraños. Y el argumento era que los chimpancés hacen esto … no porque tengan hambre o estén en algún tipo de competencia inmediata por los recursos. Es solo: que están programados biológicamente, por evolución, para hacer eso. Y el argumento era que, entonces, también lo están los humanos porque los chimpancés y los humanos lo heredaron de sus ancestros comunes en algún momento hace entre seis y 13 millones de años.

Comencé a revisar toda la literatura a fines de la década de 1990, y ahora el libro está terminado. Lo he titulado «Chimpancés, «Guerra» e Historia». Y verás que pongo comillas alrededor de «guerra». Para escribir el libro, revisé todos los emplazamientos [donde tuvo lugar la violencia del grupo de chimpancés]. Lo que encontré fue que si bien la gente diría que su comportamiento [belicoso] de buscar desconocidos o extraños y matarlos es un comportamiento normal de los chimpancés, [en realidad] es realmente raro. Si habla de una guerra como asesinatos secuenciales de miembros de otro grupo, entonces solo hay dos guerras de chimpancés que tienen lugar en un lapso de aproximadamente nueve años. Menciono esto en el artículo de Scientific American:

Mi trabajo cuestiona la afirmación de que los machos chimpancés tienen una tendencia innata a matar a los forasteros, argumentando en cambio que su violencia más extrema puede estar ligada a circunstancias específicas que resultan de la interrupción de sus vidas por el contacto con humanos. Establecer este caso ha requerido que yo pase por cada asesinato reportado de chimpancés. A partir de esto, se puede hacer una conclusión simple. Un examen crítico de una recopilación reciente de asesinatos en 18 lugares de investigación de chimpancés ─que en conjunto suman 426 años de observaciones de campo─, revela que de 27 asesinatos intergrupales observados o inferidos de adultos y adolescentes, 15 provienen de solo dos situaciones muy conflictivas, que ocurrieron en dos sitios en 1974-1977 y 2002-2006, respectivamente.

Las dos situaciones equivalen a nueve años de observación, contando una tasa de muerte de 1,67 por año durante esos años. Los 417 años restantes de observación promedian solo 0.03 al año. La pregunta es si los casos atípicos se explican mejor como un comportamiento adaptativo evolucionado o como resultado de una alteración humana. Y mientras que algunos biólogos evolucionistas proponen que los asesinatos se explican como intentos de disminuir el número de hombres en grupos rivales, esos mismos datos muestran que restar los asesinatos internos de los externos de hombres produce una reducción de los hombres externos de solo uno cada 47 años, menos de uno a lo largo de la vida de un chimpancé «.

La esencia de mi argumento es que la evidencia muestra que la violencia intergrupal letal no es un patrón de comportamiento normal y evolucionado de los chimpancés, sino una respuesta situacional a una historia local de perturbación humana. Eso es lo que demuestra el libro.

AMS: He leído que los bonobos comparten tanto ADN con los humanos como los chimpancés y no son belicosos, ni violentos; de hecho, son prácticamente noviolentos. ¿Ha tenido en cuenta a los bonobos en su libro?

BF: Efectivamente. Mi libro tiene 10 partes y la parte octava trata sobre los bonobos. Los bonobos son una comparación fascinante. Están tan relacionados con los humanos como puedan estarlo los chimpancés. Sin embargo, nunca hemos visto a un bonobo matar a otro bonobo (aunque se sospecha la muerte de un bebé, pero muy posiblemente no sucedió). Otra diferencia en los bonobos es que, en ocasiones, han aceptado a machos adultos externos en sus grupos. Bien, los chimpancés han aceptado a los machos adolescentes en sus grupos, y también han tolerado temporalmente machos adultos extraños en sus grupos, por lo que es un buen punto a considerar, pero es una distinción cualitativa entre chimpancés y bonobos.

Se decía que los chimpancés son de Marte y los bonobos de Venus. Los chimpancés son tendentes a la violencia, agresivos y están totalmente dominados por los machos; y los bonobos, tal como cuenta la historia, están dominados por las hembras y no son tan hostiles, no tan agresivos … No diría que los bonobos son matriarcales, en cambio, diría que su sociedad tiene un equilibrio de género, que es muy diferente al de los chimpancés.

Y esto nos lleva de vuelta a la cuestión de las predisposiciones innatas porque si los chimpancés nacen para matar, y si los bonobos no matan, ¿es porque de alguna manera [los bonobos] evolucionaron librándose del “modo matar”? ¿Evolucionaron para no matar?

Aparte de los dos comportamientos extremos que mencioné, aceptar machos externos en sus grupos y matar, casi todo lo que se ha visto hacer a un chimpancé, se le ha visto hacer a un bonobo. Hay mucha superposición en lo que hacen. Es una especie de diferencia de frecuencias en lugar de diferencias de corte seco.

… Los bonobos no tienen esas circunstancias que creo que hacen pelear a los chimpancés, que es la escasez de recursos relacionada con el impacto humano. Los bonobos no han tenido eso. Y al mismo tiempo, tienen algo que va en contra de las peleas, que es una organización social muy diferente a los chimpancés. No creo que esto sea el resultado de instintos o predisposición innata.

Dedico mucho tiempo en el libro a exponer el hecho de que un chimpancé macho joven crece en un mundo adulto donde los machos dominan a las hembras y las hembras no pasan mucho tiempo con otras hembras. Los machos pasan mucho tiempo saliendo con otros machos, por lo que tienen una especie de club de chicos allí, y esto los lleva a participar en una competencia de estatus entre hombres. Muy a menudo, un grupo de dos o tres machos juntos ascenderá en la jerarquía social, al unirse y atacar a otros machos como un dúo o trío, y así es como vencen al alfa. Y ser un alfa tiene muchas ventajas.

Para los chimpancés, pero no para los bonobos, la segunda hipótesis de mi libro es que los machos inusualmente agresivos y de alto estatus pueden, en algunas circunstancias, participar en lo que yo llamo ‘matanza de exhibición’ de individuos indefensos, incluso bebés dentro de su propio grupo, con el fin de intimidar a los adversarios del estatus.

Pero los bonobos tienen la tendencia de las hembras a vincularse (lo que puede tener que ver con el frotamiento genito-genital que realizan las hembras, aunque eso no está del todo claro), y atacarán a un macho demasiado agresivo. Si un macho quiere ascender en la jerarquía de estatus de los bonobos [necesita ser menos agresivo]… porque la estructura de la sociedad está [basada en] una escalera bisexual. Para que un macho ascienda en la jerarquía de estatus, lo mejor que puede hacer es mantenerse cerca de sus madres. El mejor aliado para un macho bonobo para acceder a la alimentación, acceder al apareamiento y ascender en la jerarquía de estatus significa estar cerca de una hembra de alto estatus. El juego del estatus se juega con las madres, no con los hermanos. De este modo es como un macho bonobo encamina sus propios intereses. Significa que están apegados a las mujeres y, muy a menudo, no están apegados en absoluto a otros machos.

AMS: Para mí, como un profano que entra en esto, aprender que estamos tan relacionados con los bonobos como los chimpancés socava la idea de que la tendencia a la guerra humana se debe al antepasado común con los chimpancés. Es interesante considerar cuánto pueden influir las estructuras sociales en los comportamientos, tanto para los humanos como para otros simios.

BF: Es ahora una gran área de investigación y la investigación de campo ha cambiado por varias razones diferentes. Una cosa que ha sucedido en la investigación de campo de primates, y también en los laboratorios, es que se ha expandido el trabajo en estudios no invasivos, que analizan los niveles hormonales y la genética. Los investigadores pueden obtener sus muestras colocando lonas debajo de los árboles y esperar a que los chimpancés orinen por la mañana. Luego pueden recopilar datos sobre los niveles hormonales y los genes.

Actualmente hay interés en la biología de estos primates, y el argumento en biología ha sido que los chimpancés y los bonobos son realmente biológicamente diferentes: genética, hormonal y conductualmente. Es un área realmente interesante que encuentro complicada debido a la naturaleza de estos estudios biológicos y la interacción naturaleza-crianza. La idea de que la biología y el medio ambiente se combinan e influyen en el desarrollo de cualquier organismo y estos cambios pueden ser epigenéticos y pueden tener que ver con el entorno del nacimiento. La acción principal de la epigenética [el estudio de los cambios hereditarios en la expresión genética] se basa en lo que sucede en la vida temprana, aunque la epigenética funciona durante toda la vida y también puede transmitirse de generación en generación.

La forma en que expuse mi argumento en una conclusión [de mi libro] es: ¿y si se cambiaran al nacer? Si a un chimpancé infantil se le pusiera bonobos y viceversa, ¿cómo serían al crecer? ¿Crecería un chimpancé criado entre bonobos para actuar como un chimpancé con todas las nociones agresivas, la vinculación masculina y todo eso? Yo sostengo que seguirían las costumbres locales [de los bonobos], harían lo que vieran hacer a otros a su alrededor. Luego después vendría la epigenética, y como se aplicó a los chimpancés, parecerá encajar perfectamente en que la primera infancia y la experiencia social de un chimpancé y un bonobo al nacer son muy diferentes.

AMS: Para volver a los humanos y cerrar el círculo, ¿cómo argumenta que esta idea de naturaleza versus crianza, epigenética y socialización, podría entrar en juego antropológicamente y en relación con la guerra?

BF: La implicación, o la enseñanza, aquí para los humanos es que los humanos son flexibles. Creo que los chimpancés son muy flexibles, no creo que tengan patrones innatos para hacer cosas como pelear entre ellos. Creo que se adquiere tanto en chimpancés como en los bonobos. Y creo que esto también es aplicable a los seres humanos. Y los humanos van mucho más allá en la complejidad de la cultura.

Muchos dirán que los chimpancés y bonobos también tienen culturas, usarán la palabra cultura para estos grandes simios. Creo que lo que tienen los chimpancés y los bonobos son tradiciones claramente aprendidas. Aprenden las cosas que hacer, cosas que hacen otros en su grupo. No creo que eso sea lo mismo que una cultura, porque la cultura implica la existencia de un medio simbólico y lingüístico. Y esa clase de cultura existe en nuestros pensamientos y en nuestro lenguaje y en nuestra habla. Así es como lo aprendes. Así es como lo comunicas. Así es como se transmite.

La cultura humana tiene un desarrollo acumulativo, y para ello necesita lenguaje y símbolos. Aprende lo que hizo una generación, luego puede hacer algo más a partir de ello. Todo lo que tenemos en este mundo se remonta a miles y miles de innovaciones, todas las cuales se han basado en las innovaciones anteriores. Los chimpancés no tienen innovaciones acumulativas.

Para la guerra, creo que la diferencia se manifiesta en que los humanos no tienen predisposiciones innatas. Algunos antropólogos argumentarán que los humanos tienen una predisposición innata a no matar a otros seres humanos, que nacieron en contra de hacer eso, y tienen que desaprender eso [para ser violentos]. Esa es una forma optimista de pensar sobre los seres humanos, y ciertamente va en contra de la idea de que las personas son asesinos natos. Espero que sea cierto, pero no estoy convencido. Creo que eso podría ser fácilmente el resultado de la forma en somos socializados en nuestras propias sociedades.

Lo que estoy diciendo es que, como mínimo, no tenemos predisposición en ningún sentido. Ciertamente no estamos predispuestos a matar. No estamos predispuestos a ser xenófobos. Etnocéntrico es un poco diferente porque etnocéntrico simplemente significa, en el nivel básico, que la forma en que te educaron es la forma en que crees que se deben hacer las cosas. Cada cultura le enseña a cada recién nacido. Todo el mundo piensa: «Mi manera es la forma correcta de hacer las cosas». Pero ir más allá de eso, a los conceptos de que otras personas son inferiores o lo suficientemente peligrosas como para ser asesinadas, eso ciertamente no es parte de la naturaleza humana. Cuando miramos a los pueblos tribales, cuando los europeos aparecieron por primera vez, la respuesta inicial típicamente fue mirar a estos extraños pueblos con curiosidad. No es una reacción natural de miedo, no es el tipo de hostilidad tribal de la que todo el mundo parece hablar siempre, y que es un montón de tonterías.

La lección es que los humanos tienen mucha plasticidad. Y podemos ser moldeados de diferentes formas. Se nos puede moldear para ser nazis, o se nos puede moldear para ser pasivistas (N.d:T.: ¿pacifistas?). Pensar que es algo que viene de los genes, que ha evolucionado y es el modo en que somos nosotros, no te ayudará a entender lo que está sucediendo.

Al final de mi libro, resumo todo el trabajo que he realizado a lo largo de los años sobre la guerra. Durante los últimos años, he hablado de la naturaleza humana y la guerra. Antes de eso, la gran pregunta para mí no era: «¿Es la naturaleza humana hacer la guerra?» sino, «¿Cómo explicar las guerras que realmente sucedieron en las sociedades tribales y en la sociedad moderna?» El libro no trata solo de desacreditar las teorías sobre los chimpancés, si no que trata de que: si compartes esta idea de cultura que acabo de describir, te lleva a hacerte muchas otras preguntas que son mucho más interesantes y probablemente más significativas en términos de comprender por qué sucedieron guerras reales y por qué la gente realmente es asesinada.

Hay un artículo que escribí en 2006 titulado Guerras tribales, étnicas y globales, donde resumo mi enfoque sobre las guerras que están sucediendo en todo el mundo, basado en lo que sé sobre la guerra tribal. En él trato de mostrar cómo es que han sucedido las guerras y la relación entre el interés personal práctico y los valores simbólicos que las personas tienen en una sociedad. Eso, para mí, es donde está la acción, y explica cuál es la causa de la guerra: es práctico y también simbólico.

AMS: En este momento actual de la historia humana, donde tenemos una guerra mucho más globalizada y en curso que las de nuestros antepasados antiguos, y una cultura mundial más globalizada en general, ¿hay esperanza para un futuro que no sea tan bélico?

BF: ¿Hay esperanza? Si, absolutamente. Si miras la larga historia del mundo como yo lo hago como antropólogo, ves que hemos pasado de tener miles de sociedades independientes en este planeta, que en un principio no creo que estuvieran haciendo la guerra entre sí. Con el tiempo, la guerra se desarrolló en más lugares del mundo y se extendió. Desde entonces, con el tiempo hemos tenido una consolidación de las sociedades. En la actualidad, hay menos sociedades independientes en el mundo, y hay que ser independiente para hacer la guerra. He estado usando Europa como ejemplo durante más de 20 años. Teniendo en cuenta a dónde se dirigía en el pasado, nunca hubieras esperado que Europa se uniera en la comunidad que es ahora [EU]. La guerra entre Alemania, Francia e Inglaterra, y otras partes de Europa fue historia del mundo durante bastante tiempo. Europa es solo un hilo, pero es un claro ejemplo de cómo han cambiado las cosas.

Escribí un artículo en 1988 llamado ¿Cómo pueden los antropólogos promover la paz?, y una de las cosas que dije fue que, como antropólogo, puedes decir que hay otros mundos posibles más allá. Las cosas que no podemos imaginar que fueran posibles ahora podrían convertirse en realidad. Y en este artículo, que salió en 1988, dije que una cosa que podemos decir con certeza es que en algún momento la frontera militarizada entre Este-Oeste, en Europa, dejaría de existir. Era difícil imaginar que eso sucediera entonces. Pero al año siguiente [después del artículo], desapareció. Entonces, se desconoce. No hay una dirección general hacia la paz, pero creo que una parte importante para ello es que la gente se movilice, que la gente promueva la paz, que la paz sea un valor.

Es importante que la gente vea que un mundo sin guerras es una posibilidad realista. Tal vez no ahora, pero un mundo sin guerra es algo a lo que podemos aspirar de manera realista y por lo que podemos trabajar. Si crees que es algo que nunca pueda suceder, bueno, el fatalismo es uno de los principales apoyos que mantiene la guerra. Es bueno romper esa mentalidad.

 
April M. Short es redactora, periodista, editora y productora de documentales. Es miembro escritora de Local Peace Economy, un proyecto del Independent Media Institute. Anteriormente, desempeñó funiones como editora gerente en AlterNet y también como escritora senior galardonada para el periódico semanal de Santa Cruz, California. Su trabajo ha sido publicado con el San Francisco Chronicle, In These Times, Salon y muchos otras publicaciones.

Este artículo fue elaborado por Local Peace Economy, un proyecto del Independent Media Institute. Traducción al español proporcionada por Angel Sanz Montes (Pressenza)

Fuente: Independent Media Institute.

Tomado de https://rebelion.org/la-guerra-no-e...

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