Respuesta a "Comparando interpretaciones en melodías de Puccini"

ARTE Y CULTURA 04 de junio de 2021 Por Gil Guero Atiplado, Tortuga
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Como no veo en la página web de G.T. la pestaña para elegir entre Callas y Caballé, que es lo que pide el anónimo autor de Comparando interpretaciones en melodías de Puccini en la edición del 11 de mayo, escribo esta nota para responderle.

Los especialistas en música clásica no se ponen de acuerdo en cuál es la mejor versión de O mio babbino caro. De todos modos no interesa esa polémica, ni puñetera falta que hace para lo que se pregunta: la que más gusta. Así que vamos a olvidarnos de ellos porque si la música es para todos, no da de comer a todos, por lo que podemos opinar libre y alegremente como mejor nos parezca sin temor a que nos paguen por ello.

Sin embargo hay que saber que para alguno de esos expertos, la mejor versión no es la de Callas ni la de Caballé, sin que eso atente contra el honor de estas dos divas divinas, excesivas y superlativas.

Así lo dice por ejemplo, Hermione Lai, que se presenta así: “¡Siempre me ha encantado la música! Desde que comencé mis estudios universitarios he estado explorando más y más la música clásica, óperas, conciertos en vivo, grabaciones, etc. Mucha gente piensa que la música clásica es aburrida, pero está tan llena de emociones y sentimientos que te llega directamente al alma. ¿Quieres acompañarme en este excitante viaje?”

Por mi parte, querer, lo que es querer acompañarle, no quiero, pero sí me gustaría ser un crítico tan extraordinario como Lai y ganar pasta como un corsario.

A lo que iba: según él, no hay como Renée Fleming para interpretar O mio babbino caro. Además, para fastidiar, ella no se especializa en el repertorio de Puccini.

 Renée reúne otras cualidades además de su voz, por ejemplo conoce bien el alma humana. Quizás se estaba refiriendo sin querer a Toni Cantó Malymucho y a Luis Bárcenas Apenasicantó, cuando dijo su recordada frase: "Creo que cantar es una de las cosas más naturales que hacen los seres humanos, pero es difícil".

Pero vamos a lo que hemos venido: Caballé y Callas. Menos mal que María de Montserrat Bibiana Concepción Caballé Folch ha tenido la suerte de que en su primer apellido hay una b minor y una a minor -como dicen los anglófonos- y que María Anna Cecilia Sofia Kalogeropoúlou, no es el nombre artístico de Callas, sino el real.

De otro modo habría que votar sin remedio a Mónica Naranjo Carrasco, cuyo nombre por lo menos se puede pronunciar sin azorarse, o a Pavarotti, pero sería injusto pues ninguno de estos dos compite con las dos primeras y sería injusto, eso sin contar con que nunca han destacado como sopranos.

Imagina que detrás de la anónima, quizás magnánima persona que invita a participar en esta amable comparación, mucho más interesante y entretenida que la que nos ha ofrecido en las recientes elecciones la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Natividad Díaz Ayuso, cuyo alias, Ida, ha sido acertadamente compuesto, ofrece un premio en una gala en el Teatro Real al mejor participante y que éste tiene un nombre elegante, digamos Gil Guero Atiplado, ¡qué emoción, qué placer, que ocasión!

Allá voy: Montserrat Caballé impresiona, asombra y deslumbra.

María Callas canta como si estuviera sola en su casa mientras admira el campo asomada al balcón. Se concentra sin aspavientos y sin turbar a la orquesta. Actúa emocionada por lo que canta, primero se alegra cuando va “a comperar l’anello” y luego se entristece cuando llega a “se l’amassi invano”, pero cuando llega al Ponte Vecchio y pasa a cantar la apoteosis, “O Dio, vorrei morir”, yo también me quiero morir con ella en ese momento.

Sin embargo no lo hago porque me da vergüenza morirme de emoción. Hay que tener en cuenta que vengo de una educación de otra época más épica, hoy ya no se lleva.

Se puede cantar con un alarde de fuerza, llevando a la vez en vilo a la orquesta y derrochando florituras; todo eso maravilla y se disfruta, pero no me gusta tanto, que es lo que preguntan.

Por cierto opinaría lo mismo si la comparación fuese con la interpretación de Signore ascolta por parte de Callas (1955) y Caballé (1975)