FRANCISCO MORALES, EL POETA QUE PINTA

ARTE Y CULTURA 24 de marzo de 2022 Por Gustavo Coletti
Francisco Morales

               En el año de gracia de 2010, viajé a México por primera vez. No esperaba encontrar todo lo que encontré, me refiero a todo lo que adopté y recibí y amé. Por eso tengo hoy una parte mexicana. Y entre todo eso está Francisco Morales, un poeta. Aunque decir poeta hoy le queda chico y eso hay que explicarlo.

               Conocí primero a Rocío Hoffman Silva, una pintora excelente que antes de ser mi amiga lo fue de mi esposa, Claudia Cogo, que también es una pintora excelente. Y Rocío me habló de Francisco, de Pancho, que suele ser el mismo. Y cuando te hablan de que alguien es poeta, no puedes dejar de pensar, impulsivamente, en todas esa personas que escriben cosas con intenciones métricas, rimas que citan emociones y flores, y que se autoproclaman poetas. Así que el dato no me resultó auspicioso. Hasta que me pasó lo que le pasa a quién lo lee. Hasta que lo leí. 

               Intentar decir que Francisco Morales fue un descubrimiento me llevó por otro camino. Pensé en la palabra “inefable”, que significa en latín algo que es difícil de expresar con palabras, o en “indecible” que significa algo parecido, pero no lo mismo. Podría aplicarse a algo que no debe decirse. Pero hay otra palabra que me parece divertida porque sé que nadie la conoce. "Iktsuarpok". Es una palabra que usaban algunos indígenas de Canadá, que se refiere a ese sentimiento que te lleva a entrar y salir de algo varias veces, para comprobar o para disfrutar. 

               Eso me pasó y me pasa con la poesía de Francisco Morales, y me pasa muy pocas veces. Quizás con Borges y Vallejos. Hay algunos poetas vivos que merecen una mención también y eso será motivo de otro escrito.

               No voy a hacer de la poesía una competencia diciendo quien es mejor que quien. Solo puedo asegurar que Francisco Morales es uno de los mejores poetas que he leído y van estos fragmentos como muestras, que son más eficientes que mi retórica. El Instituto de Cultura de Baja California, publicó una antología poética de Francisco, Llamada "La desalmada palabra", impecable, hermosa, de más de 300 páginas, compilada por Julieta González Irigoyen y Oscar Contreras Montellano, con una portada de Rocío Hoffman, donde podemos leer.

 

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Flecha arrojada

-por arco en polvo y humo convertido-

que universo lejano, por ignoto

ya escruta de mis huesos los residuos

del cadáver que ambulo a paso incierto…

Vil costal que alimenta mi soberbia.

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El amor es un vicio con principio y final.

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Es en la arena

 

y me mira

y el encanto no se borra

desdices del pasado

no a Heráclito

al devenir

a la muerte.

 

En la arena

gris a veces

y sepia.

 

en la arena sin el mar

sin el cielo.

 

Allí.

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               Después apareció el hombre, el amigo entrañable con quien se disfruta compartir una cerveza “Indio”, o vivir en las entrañas de su Casatata, que aloja, ya no sé cuántos, seres sensibles, detrás de esos amplios ventanales que dan al Pacífico Mexicano, y donde viví una parte de mi historia de amor con Claudia.

               Pero como Morales es multifacético no deja de sorprenderme. En los últimos años desarrolló un talento enorme, potenciado por su exquisita sensibilidad, para la pintura. Pinta en la frontera abstracta figurativa, sus seres de otro mundo que no se pierden, sino que aparecen de su paleta de colores, en papeles, maderas y telas. 

               ¿Cuántos libros ha publicado Francisco Morales entre poesías y ficción? Hasta esta última novela que se puede leer desordenada en hojas sin encuadernar, sueltas en una caja, en un quizás desorden que te desafía. Yo creo que publicó más de 30, y si no los publicó él se los piratearon, porque hay una suerte de culto que se propaga por Tijuana, para ver lo que hace ese hombre que escribe y pinta, del que habla la prensa y muestran las portadas de las revistas.

               Viajamos a México con mi mujer solo para visitar la muestra de su pintura en el IMAC de Tijuana, y verlos a él y a Rocío. Y la pasamos genial. Comimos y bebimos en “Charlies”, frente al mar, y nos empachamos todos, también con otros amigos, de arte y poesía.

               Volví a Los Angeles con Pancho en papeles. Pinturas y libros. No le pido a nadie que me crea. Sí que lo lean, y vean su obra.